El paraíso de las decisiones
En un pequeño pueblo, vivían dos niños llamados Tomás y Lucas. Tomás era conocido por su espíritu travieso y su inmensa curiosidad, mientras que Lucas era el niño amable y considerado, siempre a la escucha de los demás.
Un día soleado, mientras jugaban cerca del bosque, Tomás tuvo una idea. "¡Vamos a asustar a los pájaros!"- exclamó con una sonrisa traviesa.
Lucas, que sabía que los pájaros eran criaturas delicadas, le respondió: "Tomás, no creo que eso sea una buena idea. Debemos cuidar de los animales, no asustarlos"-.
Tomás, sin hacer caso a las palabras de su amigo, se acercó al grupo de pájaros que picoteaban el suelo. Con un grito extraño y un movimiento brusco, logró asustarlos. Los pájaros salieron volando en todas direcciones, llenando el aire con sus trinos asustados.
Lucas se sintió mal por lo que había sucedido. "Ves Tomás, ellos solo querían comer tranquilos. Ahora están aterrados"- dijo con tristeza.
Pero Tomás solo se rió. "¡No pasa nada! Solo están volando. A veces hay que hacer cosas divertidas"-.
Sin embargo, algo extraño empezó a suceder. A medida que los pájaros se alejaban, un rayo de luz surgió entre los árboles. "¿Qué es eso?"- preguntó Lucas, lleno de asombro. Tomás, curioso como siempre, se acercó más a la fuente de luz. Cuando llegaron al lugar, descubrieron un gran árbol lleno de frutas brillantes. Era un árbol mágico que tenía un misterioso poder.
"¡Guau!"- exclamó Tomás. "¿Creés que podamos probarlas?"-
Lucas se volvió más cauteloso. "Sí, pero hay que asegurarnos de que sea seguro. No sabemos si son buenas o malas"-.
Tomás, impaciente, dio un paso hacia adelante y tomó una fruta de color dorado. "No importa, ¡las probaré!"-
Antes de que Lucas pudiera detenerlo, Tomás mordió la fruta. Al instante, su rostro se iluminó de alegría. "¡Es deliciosa! ¡Tené que probarla!"- dijo con entusiasmo.
Lucas, contagiado por la emoción de su amigo, dio un mordisco a una fruta roja brillante. "¡Oh! ¡Es increíble!"-.
Pero apenas terminaron de comer, comenzaron a notar algo extraño. Sus cuerpos comenzaron a brillar, y de repente, se encontraron en un entorno diferente, lleno de colores y criaturas fantásticas. "¿Dónde estamos?"- preguntó Lucas.
"No lo sé, pero ¡es genial!"- respondió Tomás contento, saltando por ahí.
Pronto se dieron cuenta de que el mundo mágico estaba lleno de decisiones que debían tomar. Cada paso que daban llevaba a un nuevo camino: una puerta que podía abrirse hacia un bosque encantado o un puente que los llevaría a conocer a criaturas míticas.
"Tomás, tenemos que decidir en conjunto"- sugirió Lucas.
"¿Para qué? ¡Es más divertido arriesgarse!"- dijo Tomás, pero Lucas insistió. "Si no pensamos bien las decisiones, podríamos ir a un lugar que no nos guste o, incluso, a un problema"-.
Tomás, al darse cuenta de la seriedad de Lucas, aceptó. "Está bien, elijo el camino con las flores rojas. ¿Y vos?"-
"Yo prefiero el puente. Tal vez nos lleve a algo emocionante"- replicó Lucas. Eligiendo juntos, comenzaron a caminar por el camino de las flores rojas. Pronto llegaron a un claro lleno de mariposas grandes y coloridas.
"Mirá, Tomás! Estas mariposas son hermosas. Pienso que es un buen lugar para descansar"- sugirió Lucas.
Tomás, sentado entre las flores, reflexionó sobre su comportamiento. "Ya sé, Lucas. No quiero volver a asustar a los pájaros. Ellos también tienen sentimientos, y deberían estar tranquilos"-.
Lucas sonrió. "Exactamente. A veces, las decisiones más pequeñas pueden llevar a grandes consecuencias. ¡Siempre hay que pensar en los demás!"-
Desde ese día, Tomás se volvió un poco menos travieso y mucho más considerado. Aunque, por supuesto, siempre había un poco de espacio para la diversión en su vida.
Los dos amigos aprendieron que las decisiones son como caminos en ese paraíso mágico: si los elegimos sabiamente, pueden llevarnos a lugares hermosos y llenos de alegría.
Nunca olvidaron su día en el paraíso de las decisiones, donde descubrieron no solo un mundo nuevo, sino también la importancia de cuidar de los demás, la amistad y la responsabilidad.
FIN.