El paraíso escondido
Era un día soleado en la hermosa playa de Paraíso. Thiago, Dairelis, Anabella y Ashley jugaron felices junto a su papá, Edgar. Los cuatro amigos disfrutaban de la compañía y la alegría que siempre traía el mar y sus curiosidades.
"¡Mirá, un mono!" gritó Thiago, apuntando hacia los árboles donde una bandada de monos jugaba entre las ramas.
"¡Son tan graciosos!" rió Anabella, mientras observaba a los pequeños seres saltar y gritar.
"¿Sabían que los monos pueden vivir mucho tiempo en libertad?" aportó Dairelis, quien había leído un par de libros sobre animales.
"¡Qué interesante!" dijo Ashley.
Papá Edgar sonrió al escuchar a los chicos.
"Es cierto, pero también necesitan nuestro respeto y cuidado. Por eso, es importante proteger su hábitat".
Después de un rato, decidieron hacer una pausa y tomar un poco de agua en la orilla del río que pasaba cerca. Allí, se sentaron sobre unos enormes troncos que servían de puente improvisado.
"Este lugar parece un paraíso", comentó Dairelis, observando la belleza de la naturaleza que los rodeaba.
"Y pensar que podría ser aún mejor si todos cuidáramos el medio ambiente", dijo papá Edgar.
Mientras charlaban, de pronto, un brillo dorado llamó la atención de todos. Thiago corrió hacia el río intrigado.
"¡Miren! Hay algo brillante en el agua".
Los cuatro se acercaron y notaron que había un pequeño objeto dorado atrapado entre las piedras. Un poco reacios, decidieron intentar sacarlo.
"¿Qué será?" preguntó Anabella, llena de curiosidad.
"¡Un tesoro! Podría ser oro" dijo Ashley, emocionada.
Después de un esfuerzo conjunto, lograron liberar el objeto y lo levantaron con cuidado. Era un antiguo y hermoso medallón dorado.
"¡Es impresionante!" exclamó Dairelis, admirando el brillo del medallón.
"Quizás pertenece a alguien que vivió aquí hace mucho tiempo", sugirió Edgar, emocionado.
Sin embargo, mientras seguían examinando el medallón, se dieron cuenta de que una misteriosa inscripción decía: "El verdadero tesoro es la naturaleza".
"¿Qué quiere decir esto?" preguntó Thiago, confundido.
"Tal vez nos están diciendo que más allá de cualquier oro o riqueza, lo más valioso es lo que tenemos a nuestro alrededor", reflexionó Ashley.
Decididos a honrar ese mensaje, los niños comenzaron a recoger basura que encontraban alrededor del río y a hablar con los adultos en la playa sobre cómo cuidar su entorno.
"Podemos hacer una gran diferencia con pequeños actos todos los días", afirmó Dairelis, con determinación.
En poco tiempo, la playa se llenó de risas y motores de conciencia ambiental. La comunidad, inspirada por los cuatro niños y su papá, comenzó a trabajar en equipo para preservar el lugar que tanto amaban. Desde ese día, el medallón dorado se convirtió en un símbolo de la importancia de cuidar la naturaleza.
"Siempre podemos encontrar tesoros en nuestra tierra, siempre que la cuidemos" dijo papá Edgar abrazando a sus hijos.
Y así, cada vez que pasaban por el puente del río, recordaban que en el paraíso escondido, no solo había oro, sino algo mucho más valioso: la vida misma.
FIN.