El parque de Adolfo
Había una vez un hombre llamado Adolfo, quien vivía en la ciudad de Posadas. Él estaba casado con Rosa, y juntos tenían cuatro hijos: Jorge, Gabriel, Raúl y Teresita.
Adolfo era un hombre muy trabajador y siempre se esforzaba por darle lo mejor a su familia. Un día, mientras paseaba por el parque con sus hijos, notó que muchos niños no tenían juguetes para jugar.
A él le preocupó mucho ver a esos niños tristes y sin nada que hacer. Entonces se le ocurrió una idea: ¿por qué no crear un lugar donde los niños puedan jugar y divertirse? Adolfo decidió construir un parque de juegos para todos los niños de la ciudad.
Con la ayuda de sus hijos mayores, comenzaron a planificar cómo sería el parque. Querían que tuviera columpios, toboganes y hasta una pequeña piscina para los días calurosos. Después de mucho trabajo duro y dedicación, finalmente el parque estuvo listo.
Los niños llegaron corriendo emocionados al nuevo lugar de diversión en la ciudad. -¡Qué lindo está esto! -dijo Jorge mientras subía al columpio. -Sí, me encanta -agregó Gabriel deslizándose por el tobogán.
-Raúl también quiere jugar -gritó Teresita desde la piscina. Adolfo observaba feliz a sus hijos disfrutando del nuevo parque. Pero había algo más importante: todos los demás niños estaban felices también.
A partir de ese momento, cada fin de semana Adolfo llevaba a sus hijos al parque para asegurarse de que todo funcionara correctamente. Además, se encargaba de mantener el lugar limpio y seguro para todos los niños. Un día, mientras estaba en el parque, Adolfo escuchó a un niño llorando.
Corrió hacia él para ver qué había pasado y descubrió que se había lastimado al caerse del columpio. Adolfo lo ayudó a levantarse y le preguntó si quería ir con su mamá o papá.
El niño señaló a una mujer sentada en una banca cerca del parque. Adolfo fue corriendo hacia ella para informarle sobre lo ocurrido. La mujer, muy agradecida por la atención de Adolfo, le preguntó quién era él y por qué estaba allí.
Él le explicó que era el creador del parque y que quería asegurarse de que los niños tuvieran un lugar seguro donde jugar. La mujer quedó impresionada con la dedicación de Adolfo y decidió ayudarlo en su misión.
Juntos comenzaron a construir más juegos para el parque e incluso organizaron eventos especiales para los niños. Gracias al esfuerzo y dedicación de Adolfo, el parque se convirtió en uno de los lugares más populares de la ciudad.
Los niños estaban felices jugando juntos y haciendo nuevos amigos gracias a él. Adolfo aprendió una gran lección: siempre hay algo que podemos hacer para ayudar a otros.
A veces solo necesitamos tener una idea creativa como la suya, pero lo más importante es actuar con amor y dedicación para lograrlo.
FIN.