El parque de la alegría
Había una vez una niña llamada Jimena que vivía en un pequeño pueblo. Siempre había sido una niña muy alegre y llena de energía, pero últimamente se sentía muy triste sin razón aparente.
Un día, mientras caminaba por el parque, Jimena vio a un grupo de niños jugando y riendo. Se acercó tímidamente y les preguntó si podía unirse a ellos.
Los niños la miraron con curiosidad y uno de ellos dijo: "Claro, pero solo si puedes sonreír". Jimena intentó forzar una sonrisa, pero no pudo evitar que sus ojos reflejaran su tristeza. Los niños notaron esto y decidieron ayudarla. El líder del grupo, Mateo, le dijo: "Vamos a jugar al escondite.
Mientras buscamos a los demás, tienes que encontrar algo que te haga feliz". Jimena aceptó el desafío con entusiasmo y comenzó a buscar en cada rincón del parque en busca de algo que pudiera alegrarla.
Pasó por la fuente del parque y sintió la frescura del agua en su rostro; pasó por el arenero y recordó lo divertido que solía ser jugar allí. De repente, escuchó un ruido proveniente de un arbusto cercano.
Se acercó sigilosamente y encontró a un pajarito herido atrapado entre las ramas. Jimena sintió empatía por el pajarito e inmediatamente decidió ayudarlo. Con mucho cuidado, liberó al pajarito de las ramas atrapadoras y lo sostuvo delicadamente en sus manos.
El pajarito parecía agradecido y comenzó a cantar suavemente. Jimena sonrió y sintió cómo la tristeza se alejaba poco a poco. En ese momento, Mateo y los demás niños la encontraron con el pajarito en sus manos.
Quedaron impresionados por su valentía y compasión. Mateo dijo: "Jimena, has encontrado algo que te hace feliz: ayudar a otros seres vivos". A partir de ese día, Jimena decidió dedicar su tiempo a ayudar a los animales del parque.
Se convirtió en la protectora oficial de los pájaros heridos y aprendió mucho sobre ellos. Cada vez que cuidaba de un animalito, su tristeza se desvanecía por completo.
Con el tiempo, Jimena se dio cuenta de que siempre habrá momentos difíciles en la vida, pero también hay cosas maravillosas esperándonos si estamos dispuestos a buscarlas. Aprendió que cuando nos enfocamos en hacer felices a los demás, nuestra propia felicidad crece aún más.
Y así fue como Jimena encontró una manera especial de salir de su tristeza: dando amor y cuidado a los animales necesitados. Desde entonces, nunca más volvió a sentirse sola o triste porque sabía que siempre había alguien ahí afuera necesitando su ayuda.
Y así es como termina esta historia inspiradora para todos aquellos que alguna vez se han sentido tristes sin razón aparente. La felicidad está ahí afuera esperando ser descubierta; solo tenemos que estar dispuestos a buscarla y compartirla con los demás.
FIN.