El parque de la amistad


Lauty era un niño muy activo y juguetón que siempre disfrutaba pasar tiempo al aire libre. Un día soleado, decidió salir a jugar a la pelota en el parque cercano a su casa.

Su fiel compañera, Luna, una perrita de raza mixta y ojos brillantes como la luna misma, no pudo resistirse a seguirlo. Lauty se emocionó al ver a Luna siguiéndolo y decidió hacerla parte del juego.

Se agachó y le lanzó la pelota con cuidado para que ella también pudiera participar. Luna corrió velozmente tras la pelota y la trajo de vuelta con alegría en su hocico. "¡Muy bien, Luna! ¡Eres una excelente jugadora!" exclamó Lauty mientras acariciaba a su amiga peluda.

Jugaron durante horas sin darse cuenta del tiempo que pasaba. Pero justo cuando estaban por terminar el juego, algo inesperado ocurrió: un grupo de niños desconocidos se acercaron al parque con sus propias pelotas.

"¡Vaya! Parece que tenemos competencia", dijo uno de los niños mirando hacia Lauty y Luna. Lauty sintió un poco de nerviosismo ante esta situación nueva. Los otros niños comenzaron a organizar equipos para jugar un partido entre ellos.

Lauty quería unirse pero no sabía si permitirían que Luna participara también.

Uno de los niños se acercó curioso hacia Luna y preguntó: "¿Puede tu perrita jugar con nosotros?" Lauty titubeó por un momento pero luego respondió con seguridad: "¡Claro! Aunque sea pequeña, es muy rápida y habilidosa". Los niños aceptaron a Luna en el equipo y comenzaron el partido. Luna corría de un lado a otro, persiguiendo la pelota con entusiasmo.

A pesar de ser más pequeña que los demás, demostró una gran destreza y agilidad. El partido se volvió cada vez más emocionante, pero Lauty notó que uno de los niños del equipo contrario parecía triste y desanimado porque no lograba jugar bien.

Lauty decidió acercarse al niño para animarlo: "¡Hey! No te preocupes si no juegas perfecto. Lo importante es divertirse". El niño lo miró sorprendido pero luego sonrió tímidamente. A partir de ese momento, Lauty y Luna jugaron junto al niño para ayudarlo a mejorar sus habilidades.

Al final del partido, todos los niños se reunieron en el centro del campo para celebrar el juego lleno de diversión y amistad. Se dieron cuenta de que no importaba quién ganara o perdiera, sino cómo habían disfrutado juntos.

"Gracias por invitarme a jugar", dijo Lauty mientras abrazaba a Luna. "Y gracias por permitirnos ser parte de su equipo". Los otros niños asintieron con alegría y le dijeron: "¡Fue genial tenerlos aquí! Esperamos volver a jugar juntos pronto".

Desde aquel día, Lauty siguió llevando a Luna al parque para compartir momentos inolvidables con sus nuevos amigos.

Jugar juntos les enseñó la importancia de la inclusión, la solidaridad y cómo las diferencias pueden convertirse en fortalezas cuando nos apoyamos mutuamente. Y así fue como Lauty, Luna y sus nuevos amigos descubrieron que el verdadero valor de un juego no está en ganar, sino en la amistad y la diversión compartida.

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