El Parque de la Amistad



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, dos hermanas llamadas Lorna y Mariel. Eran inseparables y les encantaba jugar juntas todo el tiempo.

Sin embargo, también tenían la costumbre de pelearse por las cosas y no querer compartir. Un día soleado, Lorna y Mariel decidieron ir al parque a jugar. Llevaban consigo su pelota favorita para jugar al fútbol.

Pero cuando llegaron al parque, se dieron cuenta de que había muchos otros niños jugando allí. "¡Oh no! No vamos a poder jugar si hay tantos niños", dijo Lorna con tristeza. Mariel miró a su hermana con una sonrisa y le dijo: "No te preocupes, Lorna.

Si compartimos nuestra pelota con los demás niños, todos podremos divertirnos juntos". Lorna se quedó pensativa por un momento y finalmente asintió con la cabeza. Ambas hermanas se acercaron a los demás niños y ofrecieron compartir su pelota para que todos pudieran jugar.

Los otros niños estaban emocionados por la generosidad de Lorna y Mariel. Jugaron al fútbol durante horas y se divirtieron muchísimo juntos. Al final del día, todos los niños se despidieron felices.

Mientras caminaban de regreso a casa, Lorna le preguntó a Mariel: "¿Por qué decidiste compartir nuestra pelota hoy?"Mariel sonrió y respondió: "Porque entendí que es mucho más divertido jugar junto a otras personas que estar solamente nosotras dos.

Además, cuando compartimos lo que tenemos, hacemos felices a los demás". Lorna reflexionó sobre las palabras de su hermana y se dio cuenta de lo acertado que era.

A partir de ese día, Lorna y Mariel siempre compartieron sus juguetes y encontraron la felicidad al ver sonrisas en los rostros de los demás. Un día, mientras exploraban el ático de su casa, descubrieron una caja llena de viejos juegos de mesa. Ambas sintieron una emoción incontenible y rápidamente llevaron la caja a su habitación.

"¡Vamos a jugar todo el día!", exclamó Lorna emocionada. Mariel asintió con entusiasmo y dijo: "Pero esta vez vamos a jugar juntas sin pelear ni ser egoístas". Y así fue como Lorna y Mariel pasaron horas jugando a diferentes juegos de mesa.

Se divirtieron tanto que se olvidaron por completo de pelearse o no querer compartir. Desde aquel día, las dos hermanas aprendieron el valor del compañerismo, la generosidad y la importancia de compartir con los demás.

Jugaron juntas todos los días, disfrutando cada momento sin importar si ganaban o perdían. Con el tiempo, Lorna y Mariel se volvieron inseparables no solo como hermanas sino también como grandes amigas.

Y vivieron felices para siempre compartiendo risas, sueños e infinitos momentos divertidos juntas.

FIN.

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