El Parque de la Gratitud



Era una hermosa tarde de primavera en el parque de la ciudad. El sol brillaba, los pájaros cantaban y el aire estaba lleno del aroma de las flores. En ese entorno mágico, un niño llamado Tomi jugaba con su perrito Max. Eran los mejores amigos del mundo y siempre estaban juntos, corriendo y explorando cada rincón del parque.

- ¡Vamos, Max! - gritó Tomi mientras lanzaba una pelota verde para que su perrito corriera tras ella. Max salía disparado, con su lengua afuera y un entusiasmo desbordante.

Tomado el tiempo para descansar, Tomi se sentó en un banco, mientras Max se acomodaba a su lado.

- ¿Sabes qué, Max? - le dijo Tomi, acariciando su pelaje suave – Siempre siento que tengo mucha suerte de tenerte conmigo.

De repente, una niña llamada Lila se acercó. Ella también estaba en el parque con su perrito, una pequeña y divertida perra llamada Luna.

- ¡Hola! - exclamó Lila.

Tomi la miró con curiosidad.

- ¡Hola! - respondió, un poco tímido. - ¿Quieres jugar con nosotros?

- ¡Sí! Me encantaría - dijo Lila, sonriendo ampliamente.

Lila y Tomi se hicieron amigos rápidamente y comenzaron a jugar juntos. Lanzaban las pelotas para que Max y Luna las persiguieran, y pronto comenzaron a hacer carreras.

- ¡Mirá, Tomi! - gritó Lila mientras Luna saltaba más alto que Max. - ¡Luna es una atleta!

- ¡Sí! Pero Max tiene un gran corazón - respondió Tomi, parando un momento para acariciar a su perrito.

Mientras jugaban, Lila notó que Tomi parecía bastante feliz.

- ¿Sabes? A veces me siento triste, pero siempre que estoy aquí, en el parque, me siento mejor - compartió Lila, mientras Max le lamía la mano.

- ¡Eso es cierto! - respondió Tomi. - La naturaleza tiene algo especial que nos hace sentir agradecidos.

- ¿Agradecidos? - preguntó Lila, frunciendo el ceño.

- Sí, como sentir que valoramos lo que tenemos. – explicó Tomi-. ¿Ves? Aunque a veces tenemos días malos, siempre hay algo bueno que nos rodea, como el sol, los árboles y, por supuesto, nuestros perritos.

- ¡Tienes razón! - dijo Lila, mirándole con ojos brillantes.

Entraron en una conversación sobre los momentos en que sus perritos los hacían reír, o cómo siempre estaban ahí para acompañarlos cuando se sentían solos. Fue un momento mágico de conexión, algo que Tomi nunca había experimentado antes.

Pero de repente, un fuerte ruido sacudió el parque.

- ¡¿Qué fue eso? ! - preguntó Lila, asustada.

- No lo sé, pero vamos a investigar - respondió Tomi, con valentía. Se levantaron y corrieron hacia el lugar del ruido. Al llegar, encontraron un grupo de niños que estaban intentando mover una rama muy pesada que había caído de un árbol.

- ¡Hola! ¿Necesitan ayuda? - preguntó Lila.

- ¡Sí! - dijeron todos al unísono. - ¡Es muy pesada!

- ¡Vamos! - dijo Tomi.

- ¡Podemos hacerlo juntos! - agregó Lila.

Con esfuerzo y mucho entusiasmo, los niños se unieron y movieron la rama unos centímetros. Luego, unos adultos también se acercaron a ayudarles.

- ¡Eso es! ¡Juntos, somos más fuertes! - dijo Tomi, sudando pero feliz.

Finalmente, lograron quitar la rama, y los niños, llenos de alegría, comenzaron a aplaudir.

- ¡Gracias, chicos! - dijo uno de los mayores. - Su ayuda fue increíble.

- No hay de qué - respondió Lila, con una sonrisa grande.

Tomados de la mano, Tomi y Lila se sintieron fuertes y orgullosos. Al mirar a Max y Luna jugar a su lado, se dieron cuenta de que habían creado una comunidad en el parque, donde todos se ayudaban mutuamente.

- ¡Esto es lo que significa ser agradecido! - exclamó Tomi.

- ¡Y ser amigos! - añadió Lila, sonriendo.

Al final de la tarde, se despidieron prometiendo volver a jugar juntos. Y aunque el parque había sido un lugar de diversión, había evolucionado en un espacio de gratitud y amistad.

Esa tarde, mientras regresaba a casa, Tomi miró a Max y se sintió agradecido. Aunque la experiencia había sido inesperada, sabía que había encontrado no solo una amiga, sino una nueva forma de ver el mundo.

- Gracias, Max - susurró mientras su perrito movía la cola, disfrutando de su paseo.

Y así, Tomi aprendió que la gratitud no solo se trata de sentirte agradecido por lo que tienes, sino también por compartir esos momentos con otros y crear lazos que podrían durar para siempre.

FIN.

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