El Parque de la Imaginación
Había una vez un niño llamado Ciro, que tenía una imaginación tan grande como el universo. Ciro era un niño creativo y soñador, al que le encantaba inventar historias y juegos para divertirse.
Un día, mientras jugaba en su habitación llena de juguetes y colores brillantes, se le ocurrió la idea de crear un parque mágico para niños: Imaginalandia. Ciro se puso manos a la obra con entusiasmo.
Con cartones, pinturas y mucha dedicación, construyó un parque lleno de atracciones increíbles: toboganes gigantes que parecían arcoíris, carruseles con formas de animales fantásticos y hasta un lago con barquitas de colores.
Pero lo más especial de Imaginalandia eran los personajes que habitaban allí: hadas risueñas, duendes traviesos y unicornios majestuosos. Un día soleado, Ciro decidió invitar a sus amigos a conocer Imaginalandia.
Al entrar al parque, los niños no podían creer lo que veían: ¡un mundo mágico creado por su amigo! Se divirtieron como nunca antes lo habían hecho; saltaron en los trampolines de nubes esponjosas, se columpiaron en las ramas de árboles parlanchines y exploraron cuevas llenas de tesoros imaginarios. Pero la diversión se vio interrumpida cuando el malvado Grunch apareció en escena.
Grunch era un ser gruñón que odiaba la alegría y la creatividad. Decidió robar la magia de Imaginalandia para sí mismo y sumir el parque en la oscuridad.
Los niños sintieron miedo al ver cómo todo se volvía gris y aburrido. -¡Oh no! ¡Grunch está arruinando nuestro parque! -exclamó Ciro con determinación. Los niños miraron a Ciro esperando una solución.
Fue entonces cuando el pequeño soñador tuvo una idea brillante: recordó que la verdadera magia estaba dentro de cada uno de ellos. -Cada uno tiene su propia chispa mágica dentro -dijo Ciro-. Si nos unimos y creemos en nuestra imaginación, podemos devolverle la luz a Imaginalandia.
Los niños asintieron con valentía y cerraron los ojos concentrándose en sus pensamientos más felices e imaginativos. Poco a poco, las luces comenzaron a brillar nuevamente, los colores regresaron con fuerza y Grunch retrocedió ante tanta energía positiva.
Finalmente, Imaginalandia volvió a ser el lugar maravilloso que siempre había sido gracias al poder de la amistad, la creatividad y la magia interior de cada niño presente.
Desde ese día, Ciro supo que no importa cuán grande sea el desafío; siempre hay una solución cuando confiamos en nosotros mismos y trabajamos juntos hacia un objetivo común. Y así fue como Imaginalandia se convirtió en el parque más especial del mundo: donde los sueños se hacen realidad gracias al poder ilimitado de la imaginación infantil.
FIN.