Era un radiante día de sol en el Parque Central, donde un grupo de niños se reunía todas las tardes después de la escuela.
Entre risas y juegos, los niños compartían sus aventuras y sueños.
Tenían un club especial llamado “Los Exploradores de Letras”, donde aprendían a escribir cuentos e historias.
Un día, mientras jugaban a la pelota, Sofi, la más pequeña del grupo, gritó:
- ¡Chicos, miren!
¡En el árbol hay algo brillante!
Todos se acercaron y encontraron un libro viejo con una tapa dorada y cubierta de polvo.
Leo, el más curioso del grupo, lo abrió cautelosamente.
- ¿Qué tal si lo llevamos al parque y lo leemos juntos?
-propuso.
Los niños se acomodaron en círculos alrededor de un gran árbol.
Al abrir el libro, vieron que las páginas estaban en blanco.
- ¡Pero qué raro!
-dijo Nati- Este libro está vacío.
Sin embargo, apenas empezaron a leer en voz alta, las páginas comenzaron a llenarse de palabras brillantes y, de repente, la historia cobró vida.
Apareció un perrito mágicamente, que se presentó como Tobi.
- ¡Hola, niños!
Soy el guardián de este libro mágico.
Cada vez que lean una historia, podrán entrar en ella y vivirla.
Los niños estaban encantados.
- ¡Vamos a escribir nuestra propia historia!
-sugirió Tobi, moviendo su colita emocionado.
Sofía sacó un lápiz y comenzó a escribir: “Una aventura en un mundo de dulces”.
De repente, los niños fueron transportados a un prado lleno de colores y golosinas.
Bola de helado de fresa, ríos de chocolate y árboles de galletitas los rodeaban.
Los niños saltaban de alegría.
- ¡Esto es increíble!
-gritó Leo mientras mordía un caramelo gigante.
Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que habían olvidado una regla importante.
- ¿Qué pasa si no volvemos al libro antes de que se cierre?
-preguntó Nati con preocupación.
Tobi los miró con seriedad.
- Si no regresan, quedarán atrapados en esta historia.
Pero no se preocupen, sólo hay que trabajar juntos para encontrar el camino de regreso.
Los niños comenzaron a buscar pistas en aquel dulce mundo.
Tuvieron que escribir un poema sobre la amistad que les daría la clave para regresar.
- ¡Yo puedo ayudar!
-exclamó Sofi, inspirada por las golosinas a su alrededor.
- ¡Y yo escribiré la rima!
-dijo Leo.
Tras varios intentos y risas, lograron hacer un poema que decía:
"Amigos del alma, juntos en dulce arco,
Con risas y juegos, nunca habrá un desbarajo.
Volver a nuestra historia, juntos de la mano,
Escribir aventuras, como un buen hermano.
"
Cuando terminaron, el poema brilló intensamente al ser recitado, iluminando el camino que los llevó a la entrada del libro.
- ¡Corran!
¡El libro se está cerrando!
-gritó Tobi, guiando a los niños hacia la luz.
En un abrir y cerrar de ojos, regresaron al parque.
El libro fue dejando de brillar y cerrándose lentamente en las manos de Tobi.
- Gracias por su valentía y creatividad.
Recuerden que cada vez que escriban, pueden convertirse en los creadores de su propia historia -les dijo, antes de desaparecer en un destello de luz.
- ¡Qué divertido fue!
-exclamó Nati.
- ¡Y ahora sabemos escribir una historia juntos!
- ¡Y podemos visitarlo otra vez si seguimos escribiendo!
-agregó Sofía.
Con sonrisas amplias y corazones llenos de inspiración, los niños corrieron hacia el parque, listos para escribir nuevas aventuras, jugar y aprender juntos.