El Parque de los Derechos y Responsabilidades



Era un soleado día en el barrio de Villa Esperanza cuando un grupo de niños decidió aventurarse al nuevo parque que había abierto sus puertas: "El Parque de los Derechos y Responsabilidades". Desde el primer momento, notaron que aquel lugar era especial.

Mientras caminaban, Clara, la más curiosa del grupo, exclamó: "¡Miren! Hay un cartel enorme que dice 'Bienvenidos al Parque de los Derechos y Responsabilidades'. ¿Qué será eso?"-

"No sé, pero suena divertido", respondió Leo, siempre listo para la aventura.

Entraron al parque emocionados y lo primero que les llamó la atención fue un tobogán gigante que tenía dibujados los derechos de los niños. En el primer deslizamiento, Clara gritó: "¡Soy libre de jugar!"- Al aterrizar en el suelo, les contó a sus amigos que había visto un área para juegos donde estaba escrito: 'Aquí se respetan los turnos y se comparten los juegos'.

"¡Qué genial!", dijo Joaquín, que siempre quería que todos jugaran juntos. "Me gusta eso de compartir, deberíamos hacerlo siempre"-.

Sin embargo, no todo fue tan fácil. Un grupo de niños que estaban jugando en la zona de arena parecían no estar muy de acuerdo con esas reglas. Entre ellos, había uno llamado Max, que decía: "¿Para qué respetar? ¡Yo hago lo que quiero!"-

Clara, Leo y Joaquín se miraron y decidieron que debían hablar con Max. "Che, Max. ¿Por qué no probás a compartir? Puede ser más divertido", sugirió Leo, con un tono amigable.

Max frunció el ceño, pero la curiosidad lo llevó a acercarse. "¿Y si no quiero compartir mis juguetes?"- preguntó, desafiante.

"Si todos compartimos, y respetamos los turnos, podremos jugar más", explicó Clara. "Ese es uno de los derechos que tenemos, y también una responsabilidad que nos ayuda a divertirnos más"-.

Max se quedó pensando mientras observaba cómo los demás niños se reían y disfrutaban juntos. Finalmente, decidió darlo una oportunidad. "Está bien, juguemos juntos. Pero si alguien no respeta, dejaré de jugar"-.

Las horas pasaron y todos los niños del parque se unieron, desde la zona de juegos hasta el colorido laberinto de arbustos. Max empezó a ver cómo más amigos se unían. "¡Mirá! Todos estamos disfrutando. Esto es genial"-, dijo con una sonrisa, mientras se deslizaba por el tobogán.

Sin embargo, un nuevo desafío llegó cuando un grupo de niños menores llegó al parque y se encontró con que no había suficientes balones para todos. Un niño llamado Franco se acercó llorando. "Yo quiero jugar, pero no hay más pelotas"-.

"Espera, ¡tenemos una idea!", gritó Joaquín. "Podemos hacer un círculo y turnarnos"-.

Así, los niños formaron un círculo y empezaron a compartir el balón, mientras cantaban una canción sobre la importancia de ayudar y respetar. Las risas resonaban en todo el parque.

Poco a poco, Max se fue uniendo al grupo, y su actitud cambió completamente. "Esto es lo mejor que he hecho. ¡Vamos a seguir así!"- exclamó.

Para finalizar el día, decidieron realizar una «fiesta de los derechos» con juegos, bailes y por supuesto, repartiendo golosinas. Todos se sentaron en un círculo y Clara se convirtió en la narradora. "Hoy aprendimos que respetar nuestros derechos y cumplir con nuestras responsabilidades hace que todo sea más divertido y seguro. ¡Gracias a todos por hacer de este día algo especial!"-

Con el corazón lleno de alegría, los niños aplaudieron y prometieron seguir jugando de esa manera en el parque. Max se acercó a Clara y le dijo: "Nunca pensé que esa idea de compartir y respetar fuera tan genial. ¡Nos vemos mañana para seguir jugando!"-

Desde ese día, El Parque de los Derechos y Responsabilidades no solo era su lugar favorito, sino también un espacio donde todos aprendieron que la amistad y el respeto hacían brillar aún más ese rincón del barrio. Y así, con cada juego y cada risa, el parque se transformó en un hogar lleno de derechos, responsabilidades y mucha diversión para todos.

FIN.

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