El parque mágico de los colores vivos



Había una vez una niña llamada Cristal, que tenía 10 años y le encantaba el color rosa. Todo en su habitación era de ese color: las cortinas, la cama, los peluches y hasta su mochila del colegio.

A Cristal también le apasionaba pintar con acrílicos y siempre llevaba consigo un estuche lleno de colores brillantes. Un día, mientras Cristal revisaba su boletín escolar, descubrió que había obtenido excelentes calificaciones en todas sus asignaturas.

Estaba tan emocionada que decidió celebrarlo de una manera muy especial. Se puso sus zapatillas rosas más cómodas, agarró su mochila llena de acrílicos y salió corriendo hacia el parque. El clima estaba extraño ese día.

El viento soplaba fuerte y las nubes se movían rápidamente en el cielo. Pero eso no detuvo a Cristal. Ella era energética y dulce, siempre lista para enfrentar cualquier desafío que se le presentara.

Al llegar al parque, Cristal encontró un lugar tranquilo bajo un árbol frondoso. Sacó sus acrílicos de la mochila y comenzó a dibujar en un lienzo blanco como la nieve. Con cada trazo, los colores cobraban vida y saltaban del papel. De repente, algo mágico ocurrió.

Las nubes comenzaron a girar sobre sí mismas formando torbellinos en el cielo azul claro. El viento sopló aún más fuerte e hizo volar las hojas secas por todos lados. Cristal miró asombrada cómo su dibujo cobraba vida.

Los árboles del lienzo comenzaron a crecer y se convirtieron en gigantes de hojas verdes. Las flores brotaron del suelo y bailaron al son del viento.

Los animales, curiosos por la magia que ocurría, se acercaron para admirar el espectáculo. -¡Increíble! ¡Mi pintura ha cobrado vida! -exclamó Cristal emocionada. La niña decidió explorar este mundo mágico que ella misma había creado. Caminó entre los árboles gigantes y descubrió un río cristalino donde nadaban peces de colores brillantes.

Se encontró con un conejito parlante que le contó historias maravillosas sobre la naturaleza y la importancia de cuidarla. Cristal aprendió muchas cosas durante su aventura mágica en ese día climático y especial.

Descubrió que cada uno de nosotros tiene el poder de crear cosas hermosas si nos lo proponemos. Aprendió también sobre la importancia de cuidar el medio ambiente y respetar a los seres vivos que habitan en él.

Al atardecer, Cristal decidió regresar a casa llevando consigo todas las enseñanzas adquiridas durante su viaje mágico. Guardó sus acrílicos en la mochila rosa y se despidió del conejito parlante con un abrazo cálido.

Cuando llegó a casa, Cristal se dio cuenta de algo muy importante: aunque el mundo real no fuera tan mágico como aquel día, ella podía seguir siendo creativa y hacer cosas maravillosas con sus acrílicos.

Decidió compartir su amor por el arte con sus amigos y familiares, organizando talleres de pintura en su propia casa.

Y así, Cristal continuó explorando su pasión por los colores y la creatividad, inspirando a otros a seguir sus sueños y siempre recordándoles que cada día puede ser un día mágico si lo vemos con ojos llenos de ilusión y energía positiva.

FIN.

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