El Partido Soñado
Era un día soleado en Buenos Aires, y en el Estadio Monumental había una gran expectativa. Con la mirada fija en el césped, un niño de ocho años llamado Lucas se encontraba nervioso y emocionado. Había ganado un concurso de una revista de deportes que le permitía jugar un partido de exhibición con su ídolo, Lionel Messi.
Lucas no podía creerlo, ¡iba a estar en la cancha junto a su héroe! Vestía la camiseta celeste y blanca de la selección argentina, con el número 10 en la espalda, como su amado Messi. La tribuna estaba repleta de aficionados que coreaban el nombre del jugador, pero para Lucas sólo existía una persona en el campo.
Cuando finalmente Messi salió al campo, el mundo de Lucas se iluminó. Messi, con su característico paso firme y sonrisa cercana, se acercó a él.
"Hola, pibe. ¿Estás listo para jugar un rato?" - le dijo Messi con una sonrisa amable.
"¡Listísimo!" - respondió Lucas, con los ojos brillando de emoción.
El árbitro pitó el inicio del partido y los chicos comenzaron a correr detrás del balón. Lucas intentó dar lo mejor de sí, pero se sentía un poco torpe al lado del genio del fútbol. Después de un rato, tuvo la oportunidad de recibir un pase de Messi. Se sentía como si el tiempo se detuviera.
"¡Vamos, Lucas, dale!" - gritó Messi desde el otro lado de la cancha.
Dubitativo, Lucas tocó el balón, pero en vez de avanzar, se detuvo y miró al ídolo.
"No sé si puedo, Messi, ¡vos sos un crack!" - dijo, con la voz temblorosa.
Messi se acercó, se sentó a su lado y le dijo:
"Escuchame, en el fútbol no siempre se trata de ser el mejor. A veces es salir a disfrutar y jugar. Tenés que creer en vos mismo. ¿Te acordás de tu pase favorito?"
"Sí, es cuando juego en la plaza con mis amigos. Siempre intento hacer un caño a mis compañeros" - respondió Lucas con una sonrisa.
"Entonces, ¿por qué no lo intentás aquí? La gente te está apoyando, ¡también tienen ganas de ver algo lindo!" - le animó Messi.
Con esas palabras en mente, Lucas decidió intentarlo de nuevo. Cuando le llegó el balón, dribló a un par de jugadores y en un momento de inspiración, hizo un espectacular caño. La gente estalló en vítores y aplausos.
"¡Eso es, Lucas!" - gritó Messi desde el costado, llenando de energía al niño.
Se sintió como un verdadero jugador. La confianza comenzó a florecer dentro de él. Pero la sorpresa no acabó ahí. En la segunda parte del partido, mientras Messi asistía un gol, un rival (un niño un poco más grande y fuerte) le hizo una jugada dura a Lucas, quien cayó al suelo. Vergonzosamente, pensó que no podía continuar.
"¿Estás bien?" - le preguntó Messi mientras se agachaba para ayudarlo a levantarse.
"Sí, pero me siento un poco triste... No quiero fallarle a mi equipo" - afirmó Lucas.
"Lo más importante es que te levantes y sigas. Todos cometemos errores, lo que cuenta es la actitud. Si no sigues, no podrás convertirte en el jugador que sueñas ser" - le dijo Messi.
Con esa frase, el niño entendió que fallar era parte del juego y que no debía rendirse. Se levantó rápidamente, sacudió la tierra de su uniforme y volvió a la cancha. Siguió corriendo, disfrutando del juego, sin importar si anotaba o no. El sólo hecho de jugar con su ídolo lo hacía sentir el más afortunado del mundo.
El partido llegó a su fin y el equipo de Lucas ganó, pero para él, lo más valioso fue la lección que aprendió de Messi. Al final del encuentro, Messi lo llamó.
"Lucas, ¡felicidades! Jugué con mucha gente, pero tu actitud me encantó. Siguí así y nunca dejes de soñar" - le dijo Messi mientras le firmaba la camiseta.
A partir de ese día, Lucas no solo se sintió como un jugador de fútbol, también se sintió como una gran persona. Aprendió que el verdadero espíritu del deporte no estaba solo en ganar, sino en disfrutar del juego y levantarse ante las caídas. Y cada vez que jugaba con sus amigos en la plaza, recordaba las palabras de Messi. Así, Lucas se comprometió a seguir sus sueños, siempre con una sonrisa y un corazón lleno de pasión.
FIN.