El Partido Soñado en la Escuela Las Heras



Era una mañana soleada en la Escuela Las Heras, y dos amigos inseparables, Lucas y Mateo, ya tenían en mente lo que iba a ser su día perfecto. Apenas entraron al aula, la emoción por el futbol los llenaba de energía.

"Mateo, ¿hoy después del recreo jugamos un partido?" - preguntó Lucas mientras hacía malabares con un balón.

"¡Sí, claro! Pero con el equipo perfecto, ¿sabes?" - respondió Mateo entusiasmado.

Los chicos siempre soñaban con ser grandes futbolistas y se pasaban las tardes practicando. Sin embargo, en la escuela parecía que su pasión por el futbol no era bien vista por todos.

A medida que avanzaba la mañana, la maestra Fernández, que siempre estaba muy atenta a las normas, se dio cuenta de que Lucas y Mateo no prestaban atención a la clase.

"¡Lucas, Mateo!" - llamó la maestra con voz firme,

"¿Podrían dejar de jugar con el balón y concentrarse en los estudios, por favor?"

"Pero maestra, ¡el futbol es una parte importante de nuestra vida!" - respondió Lucas, haciendo una mueca.

"Sí, maestra. Además, ¡es nuestra última clase antes del recreo!" - añadió Mateo, tratando de convencerla.

La maestra, divertida pero seria, les dijo:

"Está bien, jugar al fútbol es divertido, pero primero deben demostrar que también pueden aprender. ¿Qué les parece un desafío?"

Lucas y Mateo se miraron intrigados.

"¿Un desafío? ¿De qué se trata, maestra?" - preguntó Mateo.

"Si logran resolver este problema de matemáticas, les daré cinco minutos extra para jugar futbol en el patio. Si no, tendrán que quedarse adentro" - explicó la maestra.

Ambos amigos se miraron y con una sonrisa decidieron que era una buena oportunidad. Después de mucho pensar y colaborar, lograron resolver el problema.

"¡Lo conseguimos, Mateo!" - exclamó Lucas.

"¡Sí! ¡Ahora a jugar!" - gritó Mateo emocionado.

La maestra, viendo su entusiasmo, les dio el visto bueno.

"De acuerdo, pueden salir a jugar, pero recuerden que siempre hay un momento para aprender y otro para divertirse."

Lucas y Mateo salieron corriendo al patio donde ya los estaban esperando otros compañeros.

"¡Chicos, formemos los equipos!" - gritó Mateo, mientras todos se agrupaban.

Empezaron el partido como si fuera la final del campeonato. Pasaron el balón, hicieron tiros y gritaron de alegría, disfrutando cada momento. Sin embargo, en medio del juego, Lucas notó que un compañero, Tomás, estaba mirando desde el costado con cara triste.

"¿Qué te pasa, Tomás?" - le preguntó Lucas al verlo tan abatido.

"No tengo con quién jugar, y no sé jugar muy bien… " - contestó Tomás avergonzado.

Mateo, al escuchar esto, se acercó.

"No te preocupes, Tomás. Vení! Podés jugar con nosotros. Te enseñamos y todos aprendemos juntos. ¡El futbol es para divertirse!"

Tomás sonrió por primera vez.

"¿De verdad? ¡Me encantaría!"

Y así, los amigos hicieron espacio para Tomás en su equipo. Al finalizar el partido, no solo jugaron y se divirtieron, sino que también ayudaron a su compañero a sentirse parte del grupo.

La maestra, que había salido al patio, observaba con satisfacción cómo Lucas, Mateo y Tomás jugaban juntos.

"Muy bien, chicos, han aprendido no solo a jugar, sino a incluir a los demás. Eso es lo más importante en el futbol y en la vida."

Al final del día, Lucas y Mateo se sintieron más felices que nunca. Habían disfrutado de su partido, pero también habían aprendido la importancia de compartir y ayudar a los demás.

"¿Viste, Mateo? El futbol no solo se juega en la cancha, también se juega en el corazón."

"Sí, Lucas, hoy fue un gran día. ¡Vamos por más partidos con el equipo completo!" - respondieron ambos, sonriendo y sabiendo que la verdadera victoria era ser buenos amigos y compañeros.

Y así, en la Escuela Las Heras, la pasión por el futbol los unió aún más y aprendieron a disfrutar juntos cada momento.

FIN.

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