El Paseo a Casa de Abuela
Era un hermoso sábado por la mañana y el sol brillaba en el cielo azul. Juanito, un niño lleno de energía, estaba muy emocionado porque iba a ir de paseo con mamá y papá a casa de su abuela. Habían preparado todo: una deliciosa torta de chocolate que había hecho mamá, algunas golosinas y su juego de mesa favorito.
- ¡No puedo esperar a ver a la abuela! - dijo Juanito, saltando de la emoción.
- ¡No te olvides de que la abuela tiene una sorpresa para vos! - respondió mamá con una sonrisa.
- ¿Qué sorpresa? - preguntó Juanito curioso.
- Tendrás que esperar a llegar para descubrirlo - dijo papá guiñándole un ojo.
Mientras viajaban en el auto, Juanito miraba por la ventana. Los árboles pasaban rápido y las nubes parecían dibujos que escogían jugar a esconderse detrás del sol.
- Miren, miren, ¡un perro! - gritó Juanito señalando a un perro que corría por el parque.
- ¡Qué bonito! - exclamó mamá.
- ¡Me gustaría tener un perro! - añadió Juanito emocionado.
Después de un rato, finalmente llegaron a la casa de la abuela. Ella los recibió con un abrazo enorme.
- ¡Juanito! ¡Sos tan grande! - dijo la abuela con su voz melodiosa.
- ¡Y yo tengo una torta de chocolate para compartir!
- ¡Bienvenido sea! - contestó la abuela con una amplia sonrisa.
Entraron a la casa, el aroma de la comida casera llenaba el aire. Juanito rápidamente dejó la torta en la mesa y corrió al jardín. Ahí se encontró con su abuelo, que estaba cuidando de las plantas.
- ¡Abuelo! - gritó Juanito.
- ¡Hola, campeon! Venite a ayudarme con las flores - le respondió el abuelo.
- ¡Voy!
Mientras Juanito ayudaba a su abuelo, notó que las flores estaban un poco marchitas.
- Abuelo, ¿por qué algunas flores están así?
- Bueno, Juanito, a veces necesitan un poquito más de agua y amor para florecer. Aquí aprendemos que con cuidado y paciencia, todo vuelve a florecer.
Juanito pensó en eso mientras continuaba ayudando. De pronto, escuchó una risa y miró hacia atrás, era su abuela que había comenzado a sacar la torta!
- ¡La merienda está lista!
Todos se sentaron alrededor de la mesa. La abuela cortó la torta en porciones y las sirvió generosamente.
- ¡Qué rica está! - exclamó Juanito mientras disfrutaba del primer bocado.
- Me alegra que te guste, hijo.
- ¿Puedo ayudar a hacerla la próxima vez?
- Por supuesto, será una experiencia muy divertida - dijo mamá.
Después de la merienda, la abuela sorprendió a Juanito con su regalo. Era un antiguo juego de mesa que había pertenecido a su papá.
- ¡Wow, qué genial! - dijo Juanito emocionado.
- Pero hay una regla - dijo la abuela un poco seria - tenés que jugarlo con toda la familia.
- ¡Prometido! - contestó Juanito entusiasmado.
Al caer la tarde, todos jugaron al juego de mesa. Las risas y la alegría llenaron el ambiente. Pero durante el juego, Juanito sentía que no estaba ganando como esperaba.
- ¡Esto es demasiado difícil! - se quejó.
- A veces se gana, a veces se pierde - le dijo papá. - Lo importante es disfrutar el tiempo juntos y aprender.
- Tenés razón - dijo Juanito, tratando de sonreír.
Y así, con cada turno, Juanito aprendió a ser más paciente y a disfrutar del momento, sin importar el resultado.
A medida que se acercaba la hora de irse, Juanito miró a su alrededor y sonrió. Había pasado un día increíble.
- Gracias, abuela, por todo - dijo Juanito mientras la abrazaba fuerte.
- Siempre es un placer verte, mi amor.
En el auto de regreso a casa, Juanito comenzó a planear su próximo paseo. Pensó que la vida era como un jardín; con amor y cuidado, siempre podía florecer.
- ¡Mamá, la próxima vez podemos llevar ingredientes para hacer otras tortas juntos! - propuso.
- ¡Me parece una gran idea, Juanito! - dijo mamá con alegría.
Y así, mientras el sol se ponía y las estrellas comenzaban a brillar, Juanito supo que cada paseo con su familia era una nueva aventura, una oportunidad para aprender y disfrutar cada momento compartido.
FIN.