El Paseo de Martín y los 5 Pesos Mágicos
Un día soleado, Martín decidió salir a dar un paseo. Tenía una misión muy especial: ir a la tienda a comprar una pelota de colores que había visto el día anterior. La pelota era hermosa, con tonos rojos, azules y verdes, pero había un problema. - ‘Mamá, quiero comprar la pelota que vi en la tienda’, le había dicho emocionado.
- ‘Está bien, hijo, aquí tienes 15 pesos’, respondió su mamá, dándole unos billetes.
Martín miró el dinero en su mano. - ‘Pero la pelota cuesta 20 pesos. No me alcanza’”, se lamentó.
Sin rendirse, Martín se dirigió a la tienda, pensando que, tal vez, podría encontrar una solución. Mientras caminaba, miraba a su alrededor. El cielo estaba despejado y el sol brillaba intensamente. De repente, algo relució a sus pies. Al agacharse, vio un billete de 5 pesos tirado en el suelo. - ‘¡Qué suerte! ’, exclamó. '¡Ahora puedo comprar la pelota!'.
Contento, corrió hacia la tienda, sintiendo que un gran entusiasmo le llenaba el corazón. Al llegar, entró rápidamente. - ‘Hola, señor vendedor’, saludó.
- ‘Hola, pequeño. ¿Qué necesitas? ’, preguntó el vendedor.
- 'Quiero comprar la pelota de colores que está en la esquina’, dijo Martín, señalando con el dedo.
El vendedor sonrió. - ‘Esa pelota cuesta 20 pesos. ¿Tienes el dinero? ’.
Martín, sacando los 20 pesos de su bolsillo, respondió encantado. - ‘¡Sí! Aquí están los 15 pesos que me dio mi mamá y encontré 5 pesos tirados’.
El vendedor tomó el dinero y le pasó la pelota. - ‘¡Felicidades! Disfrutala mucho’, le dijo. Martín salió de la tienda radiante.
- ‘¡Es mía, es mía! ’, gritó, mientras comenzaba a jugar con su nueva pelota. Pero, como si el universo estuviera escuchando, algo inesperado sucedió.
Mientras jugaba en el parque, un grupo de niños se acercó a él. - ‘¡Esa pelota se ve genial! ¿Puedo jugar con vos? ’, preguntó una niña con coletas.
- ‘¡Claro! ’, respondió Martín, sintiéndose feliz de compartir su alegría.
Pronto, todos los niños del parque se unieron a ellos, y comenzaron a jugar juntos, riendo y disfrutando del momento. Martín se dio cuenta de algo importante. - ‘No se necesitaron 5 pesos mágicos para que las cosas salieran bien, sino un acto de generosidad’, pensó.
Después de un rato de diversión, un niño le dijo: - 'Gracias, Martín, por dejarnos jugar. ¡Eres muy copado!'.
Martín sonrió, sabiendo que compartir lo que tenía había sido la mejor decisión. Cuando regresó a casa al final del día, su mamá lo recibió con una sonrisa. - ‘¿Cómo te fue, Martín? ’.
- ‘¡Mamá! Jugué con un montón de chicos y fue increíble. Además, parece que esos 5 pesos me trajeron mucha buena suerte’, dijo Martín emocionado.
Su mamá lo miró con ternura. - ‘A veces, compartir y ser amable es lo que realmente trae la felicidad. Estoy muy orgullosa de vos’.
Desde ese día, Martín aprendió que la magia no residía solo en encontrar dinero tirado, sino en el valor de la amistad y en compartir lo que uno tiene. Y cada vez que miraba su pelota de colores, recordaba cómo un pequeño gesto de generosidad había hecho su día más especial.
FIN.