El Paseo Mágico de Helados y Amistad



Era un día soleado en la ciudad de Buenos Aires, y tres amigos inseparables: Leo, Sofía y Tomás, decidieron disfrutar de su fin de semana en el Paseo Parque Baile, un lugar conocido por su ambientación alegre y su famoso festival de helados que se celebraba una vez al año.

– ¡No puedo esperar a probar todos los sabores de helado! – dijo Sofía, con su sonrisa radiante. – Escuché que este año hay un nuevo sabor de chocolate con menta que es increíble.

– Sí! Y también me muero por ver el espectáculo de baile que dan en la plaza central – comentó Leo, moviendo sus manos como si estuviera bailando.

– No se olviden del concurso de esculturas de helado. El año pasado, vi cómo el ganador hizo una torre de tres metros solo con helado – agregó Tomás, con los ojos brillantes de emoción.

Así que los tres amigos caminaron al Parque Baile, donde el aire estaba lleno de risas y música. Cuando llegaron, vieron una gran variedad de puestos de helados de todos los colores y sabores. Después de pasear, Sofía corrió hacia el puesto de helados y gritó:

– ¡Miren ese! Quiero probar el helado arcoíris. ¿Alguien quiere acompañarme?

– Yo quiero uno de dulce de leche, el clásico argentino – respondió Leo mientras se frotaba las manos.

– Entonces, ¡vamos todos juntos! – dijo Tomás.

Fueron a comprar sus helados y, mientras disfrutaban de los sabores, se acercaron a la plaza central. Allí, un grupo de bailarines estaba riendo y disfrutando de su actuación.

De repente, un fuerte estruendo llenó el aire. Todos los presentes se giraron a ver qué había pasado. Un niño había tropezado y su helado había caído al suelo, estrellándose con un ruido que resonó por todo el parque.

– ¡Ay no! – exclamó el niño, con lágrimas en los ojos.

– Pobre chico – murmuró Sofía. – Deberíamos ayudarlo.

– ¿Cómo? – preguntó Leo. – No podemos hacer que vuelva a su mano.

– ¡Ya sé! Podemos invitarlo a unirse a nosotros y comprarle un nuevo helado – sugirió Tomás entusiasmado.

Los amigos se acercaron al niño que aún tenía la mirada triste.

– ¡Hola! Soy Sofía – dijo con una sonrisa. – Vi que se te cayó el helado. ¿Te gustaría venir con nosotros a comprar uno nuevo?

– ¿De verdad? – preguntó el niño, cómo si no pudiera creerlo.

– Claro, somos amigos y aquí hay helados para todos – respondió Leo.

El niño sonrió por primera vez y dijo:

– Soy Maxi. Me encantaría. ¡Gracias!

Los cinco amigos ahora se dirigieron hacia el puesto de helados y, después de que Maxi eligiera su nuevo helado de frutilla, continuaron disfrutando del festival. Mientras el grupo merodeaba, Sofía tuvo una idea brillante.

– Chicos, ¿y si organizamos una pequeña presentación de baile? Yo he estado aprendiendo algunos pasos en mis clases de danza – propuso entusiasta.

– ¡Ese es un gran plan! – dijo Leo. – Tenemos que hacer esto divertido.

– ¡Voy a buscar más amigos para un espectáculo aún más grande! – sugirió Tomás.

Así que los amigos se separaron brevemente, cada uno buscando bailarines. En cuestión de minutos, estaban reunidos una multitud de niños ansiosos, dispuestos a unirse a la fiesta improvisada.

Cuando finalmente se juntaron, los amigos comenzaron su espectáculo. La música sonaba, los ritmos se fusionaban y los pasos de baile llenaron el aire mientras todos reían y disfrutaban de la compañía.

Maxi, aún con su helado en mano, encontró su lugar en el medio del escenario. A pesar de ser nuevo en el grupo, se sintió incluido y libre de sonreír mientras movía sus pies al compás de la música.

A medida que las horas pasaban y el sol comenzaba a ocultarse, el parque se iluminó con luces brillantes. El coro de risas y música se mezclaba con el aroma dulce de los helados. Los amigos, ahora todos unidos, terminaron la tarde rodeados de risas y diversión.

Finalmente, Maxi, que había llegado triste y solo, ahora se reía y bailaba con sus nuevos amigos.

– Gracias por invitarme, hoy fue el mejor día de mi vida – les dijo con gratitud.

– ¡Esto solo acaba de comenzar! – gritó Sofía. – Todos los días pueden ser así si tenemos amigos a nuestro lado.

Y así, bajo la luz del atardecer y lleno de colores, los cinco amigos, junto con todos los nuevos que se unieron, continuaron bailando y celebrando la alegría de la amistad y de pequeños gestos que marcan grandes diferencias. El Paseo Parque Baile se llenó de amor, risas y recuerdos que durarán para siempre.

FIN.

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