El Paseo Mágico por el Abecedario



Era una mañana soleada en la ciudad de Alfabeto. Todos los habitantes estaban excitados porque ese día iba a suceder algo muy especial: una gran fiesta en el parque de la plaza, donde cada letra del alfabeto iba a contar su historia. Todos los niños de la ciudad estaban invitados, así que, como era de esperarse, Juanita y su amigo Pedro, decidieron asistir.

-Al salir de casa, Juanita le dijo a Pedro:- ¡Hoy va a ser un día increíble! No puedo esperar para conocer a las letras.

-Pedro sonrió y respondió:- ¡Sí! He escuchado que cada letra tiene su propio cuento.

Cuando llegaron al parque, vieron a las letras dispuestas en círculo. La A estaba muy emocionada, preparándose para dar su discurso.

-¡Hola chicos! Soy la A, la primera letra del abecedario. Mi historia comienza con una gran aventura en un bosque lleno de árboles.

Tan pronto como terminó de contar, la B tomó su lugar.

-¡Soy la B! Y mi historia es sobre una abeja que busca el néctar de las flores para hacer miel. Sin su trabajo, no tendríamos el dulce manjar en nuestra mesa.

El público aplaudió mientras la C se levantó.

-Soy la C y les contaré la historia de un ciervo que encontró un río cristalino, donde aprendió a nadar. -Los niños soltaron risitas, imaginando al ciervo chapoteando.

Y así fue pasando la letra por letra, cada uno narrando su propia aventura: la D habló de un delfín, la E de una estrella que brillaba en el cielo, y la F contó sobre un fantasma que solo asustaba a los que tenían miedo.

-Pero, cuando llegó la letra R, un fuerte viento sopló.

-¡Cuidado! - gritó la letra R.

-¿Qué pasa? - preguntó Juanita asustada.

-¡Es la Z! Ella siempre llega tarde y desordena todo. -dijo la letra R mientras miraban cómo la Z trataba de acomodarse entre las letras.

Justo en ese momento, la Z se disculpó y se presentó.

-Lo siento mucho, amigos. Siempre me pierdo en la última letra y me cuelgo. -dijo con una voz risueña.

-Todo bien, Z. ¡Hasta las letras se toman su tiempo! - dijo la letra L, lo que generó risas en todos los presentes.

La fiesta continuó y cada letra buscó un compañero entre los niños para contarse historias unos a otros. Juanita eligió a la letra E, mientras que Pedro se sentó con la letra P.

-¿Te gustaría aprender algunas palabras? -le preguntó la letra E a Juanita.

-¡Claro! Me encantan las palabras. -respondió ella emocionada.

Después, juntos hicieron una lista de cosas que les gustaban. La E compartió también que su palabra favorita era “espejo” y la letra M le explicó a Pedro que su palabra era “maravilla”.

Mientras tanto, la letra T se unió al juego y se presentó como la mediadora.

-Si tienen alguna historia sobre la amistad, no duden en contarla. -dijo T, invitando a todos a compartir.

Juanita decidió contar una historia sobre cómo había hecho un nuevo amigo en el colegio. La letra A aplaudió y dijo:

-¡Qué hermosa historia! La amistad es como un abrazo que nunca termina. Me encanta.

De repente, un pajarito que pasaba volando se sorprendió al ver tanta actuación y decidió unirse. Se puso a cantar con la letra S, quien era famosa por su “sonido suave”.

-¡Esto es increíble! - exclamó Juanita.

Finalmente, todos los niños se sentaron juntos y, como símbolo de unión, hicieron un gran círculo con todas las letras en el centro.

-¡Ahora que hemos compartido nuestras historias, somos una gran familia del abecedario! -dijo la letra Z muy contenta.

Los niños aplaudieron y celebraron. Al finalizar la fiesta, todos se despidieron de las letras prometiendo recordar sus historias. Juanita y Pedro volvieron a casa, llenos de emoción.

-¿Sabes qué? Me encantó conocer a las letras y sus historias. ¡Hicimos un nuevo grupo de amigos! -dijo Pedro.

-Yo también, ¡no puedo esperar para contárselas a todos! -respondió Juanita mientras imaginaban cómo serían sus próximas aventuras.

Así, los amigos aprendieron que cada letra no solo tenía una historia, sino que juntas podían construir un sinfín de aventuras con palabras, y que la amistad es la mejor letra de todas.

Y así termina nuestra mágica fiesta del Alfabeto, donde cada letra brilló con su propia luz, recordándonos que todos tenemos algo especial que aportar al mundo, aunque a veces llegue un poco tarde.

¡Feliz fiesta del abecedario a todos!

FIN.

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