El Pastor de Ovejas y el Zorro



Érase una vez, en un tranquilo pueblo de la Patagonia, un pastor de ovejas llamado Mateo. Mateo tenía una grandiosa tarea: cuidar de su rebaño, que consistía en un grupo de ovejas muy especiales. Cada una de ellas tenía su propia personalidad, y estaban siempre listas para una nueva aventura.

Un día, mientras pastaba en lo alto de una colina, Mateo notó algo extraño en el horizonte. Un zorro astuto y curioso se acercaba al rebaño. A pesar de la fama de astuto del zorro, Mateo sintió que había algo más en esa mirada. Entonces, decidió afrontarlo.

"¡Eh, zorro! ¿Qué haces tan cerca de mis ovejas?" - preguntó Mateo, con voz firme pero amigable.

"Solo estoy curioso, buen pastor. Nunca había visto un rebaño tan simpático. Quería conocerlos" - respondió el zorro, ladeando la cabeza.

Mateo, con un brillo de desconfianza, respondió:

"Las ovejas son muy tímidas y no están acostumbradas a los depredadores. Mejor te alejas un poco."

"No quiero hacerles daño. Solo me gustaría jugar un poco, prometo no asustarlas" - insistió el zorro, dando un paso hacia adelante con una mirada inocente.

El pastor, mecánicamente, se negó, temiendo que el zorro pudiera ser engañoso. A pesar de su temor, tuvo una idea brillante.

"Está bien, si realmente solo quieres jugar, diseñaremos una prueba. Te traeré un par de ovejas para que juegues. Si demuestras que eres amistoso, te dejaré quedarte un rato más. Pero si haces cualquier cosa sospechosa, tendrás que irte."

"¡Trato hecho, Mateo! Será un juego divertido!" - exclamó el zorro, emocionado.

Así fue cómo Mateo llevó a un par de ovejas al claro. Para su sorpresa, el zorro jugó maravillosamente bien, saltando y corriendo, y las ovejas parecían disfrutar de su compañía. A medida que pasaba el tiempo, el pastor empezó a relajarse y a reírse ante la energía juguetona del zorro.

"No eres tan malo después de todo, zorro. Te he subestimado. ¿Cómo te llamas?" - dijo Mateo, aún observando de cerca.

"Me llaman Rocco. Estoy cansado de ser visto como el villano. Solo quiero divertirme, como todos. Yo no siempre quise asustar a nadie. Pero, como soy un zorro, a menudo no me dan la oportunidad" - confesó Rocco, bajando un poco las orejas con tristeza.

Mateo se sintió conmovido por las palabras del zorro y reflexionó un momento. En ese instante, uno de los corderitos se resbaló y cayó cerca de un arbusto, asustando a las demás ovejas.

"¡Ay no!" - gritó Mateo, corriendo hacia el cordero.

Rocco, viendo que las ovejas se asustaban, se acercó con suavidad.

"Déjame ayudar, Mateo. Puedo calmarlas, tengo un truco que siempre uso" - propuso Rocco, dando un paso adelante.

Mateo dudó, pero vio que las ovejas estaban temiendo más a su propia torpeza que a Rocco. Así que asintió, un poco reticente.

"Está bien, pero sé cuidadoso, Rocco. Ellas son mis amigas."

"Con confianza, pastor. Verás que puedo hacerlo" - aseguró el zorro.

Rocco comenzó a dar vueltas alrededor de las ovejas, haciendo pequeños saltos y giros, mientras emitía un suave sonido. Las ovejas se encontraron intrigadas y empezaron a calmarse. Tras unos momentos, las ovejas ya estaban correteando y jugando con Rocco, como si fuera uno más del rebaño.

Mateo observó la escena con sorpresa y alegría. De repente, se dio cuenta de que había juzgado mal a Rocco. En lugar de un astuto cazador, encontró a un amigo lleno de energía y bondad.

"Creo que te debo una disculpa, Rocco. Estuve muy preocupado por ti. Gracias por ser tan gentil con mis ovejas." - dijo Mateo con sinceridad.

"No hay problema, Mateo. ¡Es un placer formar parte de esta aventura!" - respondió Rocco con una gran sonrisa.

A partir de ese día, la vida cambió para Mateo y Rocco. El pastor y el zorro formaron una inseparable amistad, explorando juntos el campo, mientras las ovejas corrían felices tras ellos. Rocco aprendió que no todos los humanos eran sus enemigos, y Mateo también aprendió a no juzgar por las apariencias.

Así, Mateo, Rocco y las ovejas vivieron muchas aventuras, y el zorro se convirtió en el protector del rebaño, ayudando a mantener a las ovejas a salvo. Juntos enseñaron a los demás del pueblo la importancia de no juzgar a alguien por su apariencia, y que muchas veces, las amistades más inesperadas son las más valiosas.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!