El pastor sincero y el dragón de la verdad


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Mentira, un pastor llamado Simón que se caracterizaba por ser muy mentiroso.

Todos los días, subido a lo alto de una colina, gritaba a todo pulmón: "¡El cielo se está cayendo! ¡El fin del mundo está cerca!". Y la gente, asustada, corría de un lado a otro sin saber qué hacer.

Pero lo curioso era que cada vez que la gente iba corriendo hacia donde decía Simón, no pasaba absolutamente nada. El cielo seguía en su lugar y el mundo continuaba girando como siempre. Con el tiempo, los habitantes del pueblo comenzaron a dudar de las palabras del pastor y muchos dejaron de creerle.

Un día, cansados de sus mentiras constantes, decidieron confrontarlo. Se acercaron a él y le dijeron: "Simón, ya no te creemos más. Tus mentiras han causado miedo e inquietud en nuestro pueblo y ya es suficiente".

Simón intentó defenderse diciendo que solo quería protegerlos del peligro inminente, pero nadie le creyó. Entonces, para probar que esta vez decía la verdad, Simón anunció: "¡Mañana vendrá un dragón gigante a atacar el pueblo! ¡Deben huir mientras puedan!".

La gente lo miró con escepticismo y decidieron ignorarlo. Al día siguiente, cuando el sol comenzaba a elevarse en el horizonte, un rugido atronador resonó en todo el valle.

La gente salió corriendo de sus casas y vio con horror cómo un enorme dragón volaba sobre ellos lanzando fuego por la boca. El pánico se apoderó del pueblo mientras todos huían despavoridos. En medio de la confusión y el caos, Simón apareció frente al dragón sin mostrar miedo alguno.

Con voz firme les dijo a todos: "-¡Deténganse! ¡No corran más! Yo sé cómo detener al dragón". La gente incrédula se detuvo y observó atentamente lo que hacía el pastor.

Simón caminó lentamente hacia el dragón mientras murmuraba algo inaudible para los demás. Para sorpresa de todos, el monstruo empezó a enagarrarse hasta convertirse en una pequeña lagartija indefensa. La gente quedó boquiabierta ante tal espectáculo.

Fue entonces cuando Simón explicó: "-Lo siento mucho por todas las mentiras que les dije antes. Esta vez hablé con sinceridad porque sabía cómo resolver este problema real". Los habitantes del pueblo comprendieron que todos merecemos segundas oportunidades para redimirnos y aprender de nuestros errores.

Desde ese día en adelante, Simón dejó atrás su vida de mentiras y se convirtió en un verdadero líder para su comunidad.

Aprendió que la honestidad es fundamental para ganarse la confianza de los demás y vivió felizmente rodeado del cariño y respeto de quienes alguna vez desconfiaron de él.

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