El Pastor y el Pueblo
Era una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas, un perro pastor llamado Nube. Nube era un hermoso perro de pelaje blanco como la nieve y ojos que brillaban como estrellas. Su dueño, Don Manuel, lo había criado desde que era un cachorrito, enseñándole a cuidar de las ovejas del rebaño.
Un día, mientras Nube cuidaba de las ovejas, notó que el gavilán, un ave famosísima por sus malvados planes, rondaba el lugar.
"¡Cuidado, ovejas!", ladró Nube con todas sus fuerzas.
Las ovejas, asustadas, se amontonaron cerca de Nube, sabiendo que él siempre las protegería.
Sin embargo, el gavilán era astuto y, en un descuido de Nube, logró llevarse a una de las ovejas más curiosas, llamada Lana.
"¡Nube, qué haremos!", baló una de las ovejas.
"No puedo dejar que el gavilán se la lleve", dijo Nube decidido. "Debo rescatar a Lana y proteger a todas las demás".
Nube decidió seguir al gavilán. Corrió por campos y senderos, atravesando ríos y saltando por encima de arbustos.
Cuando llegó a un claro del bosque, allí estaba el gavilán, con Lana en su poderosa garra.
"¿Por qué llevas a mi amiga?", ladró Nube.
"Porque tengo hambre y me gustan las ovejas tiernas!", dijo el gavilán.
"Pero no puedes hacer eso! Las ovejas solo quieren pastar y estar felices. ¡Déjala ir!"
El gavilán solo se rió.
"¿Y qué puedes hacer tú, pequeño perro?"
Nube, aunque asustado, pensó rápidamente y encontró una solución. Empezó a hacer ruido y correr en círculos alrededor del gavilán.
"¡Mira, gavilán! Te puedo hacer perder el equilibrio!"
El gavilán, confundido, intentó atraparlo con su mirada, pero Nube, ágil como un rayo, se movía rápidamente.
"Si sigues así, vas a perder tu comida y yo voy a salvar a Lana!", ladró Nube mientras daba vueltas.
Finalmente, el gavilán, frustrado y desesperado, soltó a Lana e intentó atrapar a Nube.
Aprovechando la oportunidad, Nube se lanzó hacia Lana.
"¡Corre, Lana! ¡Vamos!"
Ambos comenzaron a correr en dirección al pueblo, mientras el gavilán los seguía, más enojado que nunca. Pero Nube y Lana conocen cada rincón del camino.
Entonces, Nube decidió hacer un truco más. Se desvió hacia un gran charco de barro. Cualquiera que lo viera diría que era una locura, pero Nube sabía lo que hacía.
"¡Sigue a mi lado, Lana! ¡No pares!"
Ambos saltaron con todas sus fuerzas y cayeron al barro, manchándose de pies a cabeza.
El gavilán, al ver todo ese barro, se deslizó y cayó en el charco.
"¡Ayuda! ¡Ayuda! Estoy atrapado!", gritó el gavilán.
Nube, sintiéndose heroico, le dijo:
"Si quieres salir, tendrás que prometer que nunca más te llevarás a ninguna oveja!"
El gavilán, reconociendo su derrota, aceptó.
"Está bien, lo prometo. ¡Déjame salir de aquí!"
Nube y Lana se acercaron y, con mucho cuidado, lo ayudaron a salir del barro.
Una vez fuera, el gavilán se alejó volando, tratando de no cruzar jamás el camino de Nube.
Nube y Lana regresaron al rebaño, y cuando Don Manuel los vio, se llenó de alegría.
"¡Nube, sos un héroe!", exclamó.
Desde ese día, el pueblo nunca olvidó la valentía de Nube.
Las ovejas lo miraban con admiración y el gavilán nunca volvió a molestarlas.
Nube había aprendido que, con ingenio y valentía, incluso los más pequeños pueden hacer grandes cosas. Y así, todos vivieron felices, protegiendo y cuidando el rebaño, mientras el gavilán se dedicaba a buscar comida en otros lugares.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.