El Patito de Plumas de Colores
Había una vez un patito llamado Pipo, que vivía en un hermoso bosque lleno de árboles frondosos y arroyos cristalinos. Lo que hacía a Pipo especial eran sus plumas brillantes y de muchos colores. Mientras que los demás patitos eran de un color amarillo o gris, Pipo tenía plumas rojas, azules, verdes y amarillas que brillaban como un arcoíris bajo el sol.
Pipo disfrutaba de su hermosa apariencia, pero los otros animalitos del bosque no pensaban lo mismo. Se reían de él y le decían cosas como:
"¡Mirá a Pipo! Parecés un payaso con esas plumas tan raras!" decía Lucas, el conejo, mientras se reía con sus amigos.
"¡Qué ridículo! Nunca vi un patito tan extraño como vos!" exclamó Carla, la ardillita, mientras hacía piruetas por el suelo.
Al principio, Pipo se sentía triste y solitario. A veces se refugiaba en un rincón del bosque y pensaba que quizás debería intentar cambiar su apariencia para ser aceptado. Pero todos los días, al mirar su reflejo en el agua del arroyo, recordaba lo especial que era ser único.
Una mañana, mientras paseaba cerca del lago, Pipo escuchó un alboroto. Se acercó y vio que todos los animales del bosque estaban reunidos y asustados. En el centro del grupo, la pequeña tortuga Tula estaba atrapada entre las raíces de un árbol caído.
"¡Ayuda! No puedo salir!" gritaba Tula, mientras sus compañeritos la miraban preocupados.
Pipo sintió un impulso de ayudar. Primero, dudó, preguntándose si los demás se burlarían de él por ser diferente. Pero al ver a Tula en apuros, no podía quedarse de brazos cruzados. Así que, con todas sus fuerzas, comenzó a empujar el tronco que bloqueaba el paso.
"¡Pipo, no lo vas a lograr! Eres muy pequeño y esas plumas de colores no te ayudarán!" gritó Lucas, con desdén.
Pero Pipo no se rindió. Con cada empujón, el tronco se movía un poquitito. Luego, los otros animales comenzaron a animarle:
"¡Vamos Pipo! ¡Puedes hacerlo!"
Pipo, escuchando el aliento de sus amigos, puso un último esfuerzo. Finalmente logró mover el tronco lo suficiente para que Tula pudiera salir.
"¡Gracias, Pipo! Eres un verdadero héroe!" dijo Tula, muy agradecida.
Los demás animales se miraron entre sí, sorprendidos. No podían creer lo que acababan de ver. Lucas, que había estado burlándose, ahora se sentía avergonzado.
"Lo siento, Pipo. Te hemos tratado mal por ser diferente. Pero ahora veo que tus plumas de colores te hacen especial y fuerte a tu manera."
Pipo sonrió, sintiéndose aliviado. No necesitaba cambiar su apariencia para ser valioso. De hecho, sus colores vibrantes habían sido lo que le permitió destacar y ayudar a Tula.
Desde ese día, los otros animalitos aprendieron a valorar las diferencias y a celebrar la diversidad. Pipo se convirtió en un símbolo de valentía en el bosque, y sus plumas de colores brillaban aún más por la alegría que sentía al ser aceptado tal como era.
Y así, el bosque se llenó de risas, amistades y aventuras, recordando siempre que ser diferente es lo que nos hace únicos y especiales.
FIN.