El Patito Diferente
Había una vez en una granja muy alegre, un pequeño patito que nació en una charca llena de flores. Era un lindo día de primavera, y todos los animales estaban emocionados con la llegada de los nuevos patitos. Pero al poco tiempo, la granja se dio cuenta de que uno de ellos, al que llamaron Pipo, era diferente. A diferencia de sus hermanos, Pipo era más grande, un poco torpe y tenía plumas de un color extraño.
Los otros patitos se miraban entre ellos y decían:
"¡Mirá cómo se mueve! Es tan torpe, no sabe ni nadar bien."
"¿Por qué es tan grande? Se ve raro con esos colores."
Los patitos y los demás animales comenzaron a llamarlo —"feo" . Pipo, triste por sus diferencias, intentó jugar con los demás, pero nadie quería compartir con él. Por las mañanas, mientras los otros patitos se zambullían en la agua, Pipo se quedaba al borde, observando con lágrimas en los ojos.
Un día, mientras todos estaban en la charca, apareció una tortuga anciana llamada Doña Tula. Ella dejó caer su sombrero al agua y comenzó a desesperarse porque no podía alcanzarlo.
"¡Ayuda! ¡Necesito mi sombrero!" gritó la tortuga.
Todos los animales se asustaron. Los patitos estaban demasiado ocupados en sus juegos.
"¿Nadie va a ayudar a Doña Tula?" preguntó Pipo, acercándose a la orilla.
Los demás patitos se rieron:
"¿Y qué podés hacer vos, patito raro?"
"Es demasiado grande y torpe para ayudar. Se va a hundir," decía uno de los patitos con desdén.
Pero Pipo no se dio por vencido. Sin pensarlo, se lanzó al agua y nadó con todas sus fuerzas hacia el sombrero de Doña Tula. Con su tamaño y fuerza, logró llegar al sombrero en un abrir y cerrar de ojos y traerlo de vuelta.
"¡Toma, Doña Tula!" dijo orgulloso mientras le entregaba el sombrero.
"¡Oh, gracias, querido Pipo! Eres un verdadero héroe," exclamó la tortuga. Todos los animales quedaron boquiabiertos.
"No es tan feo después de todo," murmuró uno de los patitos.
"Es sólo diferente," agregó otro.
Desde aquel día, las cosas cambiaron en la granja. Pipo comenzó a ser más aceptado. Los demás patitos se dieron cuenta de que lo que realmente importaba no era la apariencia, sino el corazón y el valor de cada uno. Empezaron a invitarlo a jugar y bailaron juntos.
Encima, un pequeño pato llamado Tito, que solía ser el más pequeño de la charca, se acercó.
- ``¡Che Pipo! ¿Puedo nadar contigo? Eres un gran nadador y quiero aprender! ``
- ``¡Claro que sí! Juntos podemos divertirnos mucho! `` respondió Pipo con una sonrisa.
La granja se llenó de risas y alegría, y todos aprendieron que la belleza está en la diversidad. El patito que una vez fue considerado —"feo" se convirtió en un símbolo de bondad y valentía, y Pipo encontró a sus verdaderos amigos.
Desde entonces, nunca más se sintió diferente, porque a todos les quedó claro que las diferencias son lo que hace a cada uno especial y valioso.
FIN.