El Patito Feo y los Cisnes del Estanque
Érase una vez un patito feo que había llegado a una granja. Era un patito diferente, con plumas grises y un cuerpo algo torpe. La vieja granjera, al encontrarlo, se lo llevó a su hogar, pensando que podía engordarlo para luego comérselo en una rica comida.
La granjera lo cuidaba, pero no con cariño. Lo mantenía encerrado en un gallinero y lo alimentaba con lo que podía encontrar.
- ¡Vamos, feo! ¡Come! - le decía mientras le lanzaba granos de maíz.
El patito, aunque se sentía triste, sabía que tenía que sobrevivir. Pasaron los fríos días de invierno, y cada vez que la granjera venía a alimentarlo, él se esforzaba por ser fuerte.
- Algún día, encontraré un lugar donde me quieran por quien soy - solía decirse a sí mismo, mirando por la ventana del gallinero.
Finalmente, llegó la primavera. El sol brillaba y la nieve había desaparecido. El patito sintió una extraña energía en su interior y decidió salir a explorar, lejos de la granja. Con un poco de valentía, se escapó.
Al salir, se encontró con un hermoso estanque rodeado de flores y árboles verdes.
- ¡Vaya lugar tan hermoso! - exclamó, asombrado.
Mientras se acercaba al estanque, vio algo impresionante: unos cisnes elegantes nadando lentamente, con plumas blancas y cuellos largos.
- ¡Oh! ¿Cómo son tan bonitos? - preguntó el patito, sintiéndose un poco triste por su propio aspecto.
Uno de los cisnes, que había escuchado al patito, se acercó y dijo:
- No te preocupes, amigo. La belleza está en el interior y no en el exterior. Cada uno tiene su propia historia. ¿Quieres unirte a nosotros?
El patito, con el corazón latiendo con fuerza, aceptó la invitación. Se metió al agua y empezó a nadar junto a los cisnes. En ese momento, sintió una ligera transformación. Las aguas del estanque brillaban bajo el sol y, para su sorpresa, ¡sus plumas comenzaron a cambiar!
- ¡Mirá! - exclamó otro de los cisnes. - Estás comenzando a parecerte a uno de nosotros.
Con el tiempo, el patito se dio cuenta que estaba mutando y sus plumas grises se transformaron en un blanco radiante. Su figura se volvió elegante y su corazón se llenó de alegría.
- ¡Ya no soy un patito feo! - gritó el patito emocionado.
Los demás cisnes lo rodearon y lo recibieron como uno de ellos.
- ¡Bienvenido al grupo! - dijo el cisne mayor. - Ahora eres uno de los nuestros. Siempre es posible encontrar tu camino, solo hay que arriesgarse y creer en uno mismo.
Desde ese día, el patito nadó feliz en el estanque con sus nuevos amigos. Aprendió que no importaba cómo se veía, lo que realmente importaba era su valentía y su bondad.
Y así, el patito feo se transformó en un hermoso cisne, llenando su vida de amor y amistad, recordando siempre que la verdadera belleza reside en quiénes somos en nuestro interior.
FIN.