El Patito Juan y el Pan Mágico


En una soleada esquina de San Juan, vivía un adorable patito llamado Juan. Juan era un patito muy especial, ya que no le gustaba nadar en los charcos ni revolcarse en el barro.

En cambio, a Juan le encantaba dar paseos por la esquina y ver pasar a la gente. Todos los días, una niña muy amable pasaba por la esquina y le ofrecía pan a Juan.

"¡Hola, Patito Juan! ¿Quieres un poco de pan hoy?" -le preguntaba la niña con una sonrisa. Juan, con sus ojitos brillantes, asentía emocionado. La niña partía un pedacito de pan y se lo daba a Juan, quien lo devoraba con entusiasmo.

Con el paso de los días, Juan esperaba con ansias la llegada de la niña y su delicioso pan. En su rutina diaria, Juan también observaba a las personas que pasaban por la esquina.

Un día, mientras la niña le daba su habitual provisión de pan, notó a una anciana muy triste sentada en el banco cercano. Juan se acercó a la niña y le dijo: "¿Viste a esa señora triste? Quizás el pan mágico pueda alegrar su día."

Intrigada, la niña preguntó sobre el pan mágico, y Juan le explicó que el pan que ella le daba a diario era mágico, ya que tenía el poder de alegrar los corazones tristes.

Con esta nueva idea en su mente, la niña tomó un pedazo de pan, se acercó a la anciana y gentilmente le ofreció el pan mágico. Para sorpresa de la niña, la anciana aceptó el pan y, lentamente, una sonrisa se dibujó en su rostro. La niña se sintió feliz al ver el efecto mágico del pan.

A partir de ese día, la niña y Juan llevaron pan mágico a todas las personas tristes que se cruzaban en su camino.

La esquina de San Juan se convirtió en un lugar lleno de risas y sonrisas, todo gracias al patito Juan y su pan mágico.

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