El patito Pepito y su mamá
Un día soleado, Pepito el patito estaba jugando a las escondidas en el parque. Corrió y corrió hasta que encontró el escondite perfecto: detrás de un gran arbusto. ¡Nadie lo encontraría ahí!
Mientras tanto, su mamá, la pata Pepita, estaba muy preocupada.
-Pepito, mi amor, ¿dónde estás? -llamó Pepita, buscando entre los árboles.
Pepito, emocionado por su escondite, disfrutaba del momento y no escuchó a su mamá.
- ¡Qué divertido es esconderme! -pensó.
Pasaron varios minutos y Pepita no dejaba de llamar.
-Pepito, ya basta de jugar, ven aquí, por favor. -dijo mientras recorría el parque con la mirada angustiada.
Al no escuchar respuesta, Pepita decidió buscar en todos lados.
-Quizás se fue a buscar a sus amigos, o se alejó un poquito... -pensó Pepita, pero no podía evitar sentir un nudo en su estómago.
Pepito, aunque estaba plenamente entretenido, comenzó a notar algo extraño. No escuchaba los sonidos del parque como antes.
-Esto no puede ser -se dijo a sí mismo.
-¿Qué pasa con el sonido? - bailando un poco por la emoción. Pero, al mirar a su alrededor, se dio cuenta de que no veía a nadie.
-Bueno, me sería más fácil si alguien me ayudara... -murmuró mientras pensaba en cómo salir de su escondite.
Por lo tanto, después de varios minutos disfrutando de su escondite, decidió asomarse un poco.
-Mamá, ¿estás ahí? -gritó Pepito, un poco asustado.
-Pepito, ¿dónde estás? -respondió Pepita, que ya había llegado a la parte trasera del parque.
-¡Estoy aquí detrás del arbusto! -dijo el patito, sintiendo que el riesgo de ser descubierto valía la pena.
Al escuchar su voz, Pepita corrió rápidamente en dirección al arbusto y, al llegar, vio a su pequeño.
-Pequeño, ¡qué susto me diste! No vuelvas a esconderte tanto -dijo, abrazándolo con ternura.
-Perdóname, mamá, no quise asustarte -respondió Pepito, sintiéndose un poco culpable.
-A veces, los juegos pueden ir muy lejos. Es importante que siempre te quedes cerca. -dijo Pepita con una sonrisa. -Me encanta que juegues, pero también quiero saber que estás a salvo.
Pepito asintió, comprendiendo la lección.
-Tienes razón, mamá. Te prometo que la próxima vez no me esconderé tanto -dijo el patito, sintiéndose más sabio.
En ese momento, Pepita se agachó y le dijo:
-¿Quieres jugar conmigo ahora? -le preguntó. -Podemos contarnos qué tan buenos nos escondemos.
-¡Sí! ¡Vamos a jugar juntos! -exclamó Pepito, emocionado.
Así, madre e hijo empezaron a jugar juntos, riendo y disfrutando del tiempo compartido.
Desde ese día, Pepito aprendió la importancia de permanecer cerca de su mamá mientras jugaba y, a la vez, Pepita se sintió más tranquila al saber que su querido patito estaba seguro a su lado. Un juego parecía haberse convertido en un gran aprendizaje.
Y así, en el parque brillante y soleado, la diversión continuó, demostrando que siempre se pueden aprender cosas nuevas incluso en los juegos más sencillos.
FIN.