El Patito Perdido



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, un ratoncito llamado Ceniza. Ceniza era muy curioso y siempre estaba buscando aventuras nuevas.

Un día, mientras exploraba el jardín detrás de su madriguera, encontró algo brillante entre las flores. Era un zapatito de bebé perdido. Ceniza se acercó y lo examinó con cuidado. "¡Qué tesoro tan extraño!" pensó. "Seguro que alguien está buscándolo". Decidió llevarlo a casa para encontrar al dueño.

En su camino de regreso a la madriguera, Ceniza se encontró con sus amigos ratones: Tito y Anita. Les mostró emocionado el zapatito y les contó su plan para encontrar al dueño.

Los tres ratoncitos estaban emocionados por la idea de ayudar. Decidieron buscar pistas en el pueblo para descubrir quién había perdido el zapatito. Mientras recorrían las calles, vieron a don Gato arreglando una bicicleta con su destornillador.

"¡Don Gato sabe muchas cosas! Seguro nos puede ayudar", dijo Tito entusiasmado. Se acercaron tímidamente a don Gato y le contaron sobre el zapatito perdido. Don Gato los escuchó atentamente y les explicó que había visto a una mamá pato caminar cojeando cerca del lago ese mismo día.

Los ratoncitos siguieron la pista hasta llegar al lago donde vivían muchos patos diferentes. Entre ellos estaba la mamá Pata Coja, quien cojeaba notoriamente mientras cuidaba a sus patitos.

Ceniza se acercó a la mamá Pata Coja y le mostró el zapatito. "¿Es tuyo?" preguntó emocionado. La mamá Pata Coja lo miró con lágrimas en los ojos y asintió. "¡Sí, es de mi patito más pequeño! Lo había perdido durante nuestra caminata".

Los ratoncitos sonrieron al ver la alegría de la mamá Pata Coja. Le devolvieron el zapatito y ella les dio las gracias una y otra vez. "¡Gracias, queridos amigos ratones! No sé cómo podré agradecerles lo suficiente", dijo emocionada. Entonces, Ceniza tuvo una idea.

"Mamá Pata Coja, ¿nos enseñarías a nadar? Siempre hemos soñado con hacerlo". La mamá Pata aceptó encantada y les dio clases de natación en el lago durante varios días.

Los ratoncitos aprendieron rápidamente y pronto estaban nadando como verdaderos expertos. Un día, mientras los ratoncitos disfrutaban del lago, escucharon un fuerte trueno. Se acercaba una tormenta muy peligrosa. "¡Tenemos que volver a casa rápido!" gritó Anita preocupada.

Pero Tito se había lastimado su patica mientras jugaba en el agua. No podía moverse tan rápido como antes. Ceniza recordó su destornillador que siempre llevaba consigo por si encontraba algo interesante para arreglar.

Rápidamente sacó su destornillador y comenzó a reparar la patica de Tito con mucho cuidado. "¡Listo! Ahora podrás caminar sin problemas", dijo Ceniza sonriendo. Los ratoncitos regresaron a casa sanos y salvos, gracias al trabajo en equipo y la ayuda mutua.

Aprendieron que siempre es importante ayudar a los demás, incluso cuando uno mismo necesita ayuda. Desde ese día, Ceniza, Tito y Anita se convirtieron en grandes amigos de la mamá Pata Coja y su familia de patitos. Juntos vivieron muchas aventuras emocionantes y aprendieron el valor de la amistad verdadera.

Y así, esta historia nos enseña que no importa cuán pequeños seamos o qué desafíos enfrentemos, siempre podemos hacer una diferencia si trabajamos juntos y ayudamos a quienes más lo necesitan.

FIN.

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