El Patito que Quería Volar
Había una vez un lago hermoso donde vivían muchos animales. En ese lago había un patito que todos llamaban "Patito Feo". Este patito no se parecía a los demás: su plumaje era de un tono marrón y sus alas eran pequeñas y desaliñadas. Sus compañeros, los otros patitos, lo miraban de soslayo y susurraban:
"¡Mirá a ese patito! No sabe nadar como nosotros."
"Es tan feo. Seguro que no tiene amigos."
Patito Feo, triste y desanimado, pasaba los días solo, nadando en la orilla del lago mientras los demás patitos jugaban y se reían. Un día, cansado de ser marginado, decidió que ya era suficiente.
"Tengo que salir de este lago y buscar otro lugar donde me acepten."
Con ese pensamiento, Patito Feo se armó de valor y comenzó su viaje hacia otro lago. Caminaba con esfuerzo, todavía herido por los comentarios crueles de sus compañeros. Al final del día, llegó a un segundo lago, aún más hermoso que el primero. Cuando se acercó al agua, sintió que podía ser feliz ahí. Pero, al mirarse en el reflejo, siguió sintiéndose inseguro.
"Tal vez aquí tampoco me acepten."
De repente, una ardillita que recogía nueces lo vio y, curiosa, se acercó.
"Hola, patito. ¿Por qué luces tan triste?"
Patito Feo le respondió:
"Soy un patito feo y todos se ríen de mí. Vengo a buscar un lugar donde me acepten."
La ardillita lo miró con ternura y le dijo:
"No te preocupes, cada uno tiene su propia belleza. Ven, te presentaré a mis amigos."
La ardillita llevó a Patito Feo a conocer a un grupo de animales del lago: un pez que saltaba, una tortuga que nadaba lento y un pato anciano que sabía muchas historias. Todos lo recibieron con alegría.
"¡Bienvenido, amigo! Aquí nadie es feo."
"Contanos de dónde venís."
Patito Feo se sintió aliviado. Comenzó a compartir su historia, y con cada palabra, su confianza crecía. La alegría de los nuevos amigos lo envolvía, y por primera vez en mucho tiempo, se sintió querido.
Sin embargo, lo que Patito Feo no sabía era que su nueva vida traería desafíos. Un día, se desató una tormenta en el lago. Todos los animales se asustaron y corrieron, pero el pez se quedó atrapado en un remolino. Patito Feo, sin pensarlo, se lanzó al agua. Con todas sus fuerzas nadó hacia su nuevo amigo, que gritaba angustiado:
"¡Ayuda! No puedo salir de aquí!"
"¡Voy a ayudarte! ¡Agárrate fuerte!" gritó Patito Feo.
Juntos, hicieron un esfuerzo y, tras varios intentos, lograron sacar al pez del remolino. Cuando todo terminó, el pez, agradecido, lo abrazó:
"Eres un héroe, Patito Feo. "
Todos los animales aplaudieron y comenzaron a gritar:
"¡Hurra por Patito Feo! Eres valiente y especial!"
Esa fue la lección que Patito Feo necesitaba aprender. De repente, ya no se sentía feo, sino único. Los demás comenzaron a llamarlo "Patito Valiente". Con el tiempo, sus alas crecieron y se hicieron fuertes, y así aprendió a volar. Ya no importaba su aspecto, porque había demostrado que el verdadero valor viene del corazón.
Desde ese día, Patito Valiente vivió feliz en su nuevo hogar. Nunca más se sintió poco querido, ya que había encontrado una verdadera amistad que le mostró que no importa cómo te veas, lo importante es ser valiente, amable y estar dispuesto a ayudar a los demás.
Y así, en el lago nuevo, Patito Valiente encontró su lugar en el mundo, demostrando que a veces basta un poco de coraje para cambiar el rumbo de nuestras vidas. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.