El patito que voló hacia su mamá



Había una vez un niño llamado Mateo, que vivía en la ciudad junto a sus papás y su hermanita Carla. Un día, recibieron una triste noticia: la abuelita de Mateo estaba muy enferma y vivía en el campo.

Sin pensarlo dos veces, decidieron hacer un viaje para visitarla y llevarle alegría. El camino al campo era largo, pero el paisaje era hermoso. Mateo iba mirando por la ventana del auto, emocionado por lo que le esperaba.

Carla, por otro lado, estaba un poco asustada de ver a su abuelita enferma. Al llegar a la casa de la abuelita, todos se sorprendieron al verla tan sonriente y llena de energía.

Parecía que algo había cambiado desde la última vez que habían estado allí. "¡Abuela! ¡Qué bien te ves!" exclamó Mateo mientras le daba un fuerte abrazo. "Gracias querido. Estoy mejorando día a día", respondió la abuelita con una enorme sonrisa en su rostro.

La familia pasó días maravillosos en el campo junto a la abuela. Cada mañana salían a dar paseos por los prados llenos de flores silvestres y escuchaban el canto de los pájaros.

Por las tardes jugaban juegos de mesa y compartían ricas meriendas bajo un árbol frondoso. Un día, mientras recogían manzanas del huerto de la abuela, Mateo notó algo extraño cerca del estanque. Era un pequeño patito que parecía estar perdido.

"Mamá, papá ¡miren! ¡Un patito!" exclamó Mateo emocionado. La familia se acercó al patito y notaron que no podía volar. Era muy probable que se hubiera separado de su mamá.

Mateo sintió mucha tristeza por el patito y decidió llevarlo a casa para cuidarlo. "¡Podemos llamarlo Patico!" dijo Carla con una sonrisa en su rostro. Así, Patico se convirtió en el nuevo miembro de la familia.

Todos lo cuidaban y le daban comida, pero Mateo era quien más tiempo pasaba con él. Lo llevaba a pasear por el campo, lo bañaba en un pequeño balde y jugaban juntos todo el tiempo. Pero un día, mientras jugaban cerca del estanque, Patico comenzó a mover sus alas.

Parecía que estaba listo para volar nuevamente. "Mira Mateo, creo que es hora de dejar que Patico vuelva con su mamá", dijo la abuelita con ternura en sus ojos. Mateo sintió un nudo en la garganta al escuchar esas palabras.

Sabía que debía dejar ir a Patico, pero eso significaba despedirse de alguien a quien había llegado a querer mucho. Con lágrimas en los ojos, Mateo llevó a Patico hasta el estanque y lo soltó delicadamente.

El patito nadó rápidamente hacia su mamá y ambos desaparecieron entre los juncos del estanque. Esa noche, mientras todos cenaban bajo las estrellas, Mateo miró al cielo pensativo y sonrió. "¿Qué te hace tan feliz hoy?" preguntó la abuelita curiosa.

"Aprendí que a veces hay cosas que amamos y debemos dejar ir, para que puedan ser felices", respondió Mateo con una mirada llena de sabiduría.

La abuelita asintió con orgullo y todos brindaron por el amor y la fortaleza que habían encontrado en su viaje al campo. A partir de ese día, Mateo supo que siempre estaría dispuesto a dar amor y dejar ir lo que fuera necesario para hacer feliz a quienes amaba.

Y así, vivieron felices en el campo junto a la abuelita, disfrutando cada momento juntos mientras aprendían valiosas lecciones sobre el amor y la vida.

FIN.

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