El Patito Único
En un hermoso lago rodeado de flores y árboles frondosos, vivía una mamá pata con sus patitos. Un día, mientras ella los cuidaba, notó que uno de los patitos se veía diferente. Era más grande, tenía plumas de un color extraño y era un poco torpe al nadar.
"Mirá, ¡qué raro que saliste vos!", se rió uno de los patitos pequeños.
"No soy raro, solo soy diferente", respondió el patito con tristeza.
El tiempo pasó, y mientras sus hermanos jugaban y nadaban felices, el patito único se sentía cada vez más aislado. Decidió alejarse del grupo y exploró el bosque que rodeaba el lago. Allí conoció a varios animales.
"Hola, ¿quién sos?" - le preguntó una ardilla curiosa.
"Soy un patito que no se parece a los demás..." - contestó él con un tono melancólico. "¿Por qué me siento así?"
"No te preocupes. Lo diferente puede ser especial. Ven conmigo, te muestro mi árbol de bellotas, ¡es divino!" - dijo la ardilla con entusiasmo.
El patito se sintió un poco mejor al ver que otros animales no lo juzgaban. Sin embargo, siguió sintiéndose un poco solo y decide continuar su viaje. De repente, llegó a un grupo de aves hermosas que volaban en formación.
"¡Miren a ese patito gigante!", exclamó un loro colorido.
"No soy gigante, soy solo diferente", respondió el patito, sintiendo que su corazón se encogía.
"Te diría que vueles, pero quizás sea más fácil que busques a tu familia", sugirió el loro.
El patito sintió aún más tristeza. Decidió regresar al lago. Cuando llegó, vio a sus hermanos que jugaban. Se acercó despacio.
"Hola, ¡volví!" - gritó emocionado el patito.
"No, no, somos un trío perfecto. No te necesitamos", dijo uno de los más pequeños, burlándose.
El patito se sintió otra vez rechazado. Sin embargo, decidió quedarse cerca del lago y observar. Con el tiempo, algo mágico comenzó a suceder.
Las estaciones pasaron, el invierno llegó y después de un frío intenso, el verano se acercó. La mamá pata notó que el patito único había estado en un proceso inexplicable. Las plumas de aquel patito poco a poco estaban cambiando. Él mismo no se dio cuenta y siguió esperando por un cambio interior.
Un lindo día, se miró al lago y no podía creer lo que veía.
"¡Soy un hermoso cisne!" - se grita a sí mismo.
"¿Qué pasó?" - pensó. Su transformación había sido completa. Con una curiosidad renovada, decidió volar, algo que nunca había pensado que podía hacer.
"¡A volar!", se dijo a sí mismo, tomando impulso desde la orilla.
Mientras volaba sobre el lago, sus hermanos pusieron los ojos en él, atónitos.
"¡Es nuestro hermano! ¡Miren qué hermoso se ha vuelto!" - gritó uno de ellos, lleno de alegría.
"No eres diferente, eres único y especial", dijo su mamá, llena de amor.
El patito ahora cisne sonrió y se sintió feliz. Ahora sabía que a veces las diferencias pueden ser el camino hacia algo especial.
"Desde ahora, seré siempre auténtico, ¡porque ser diferente es ser especial!" - exclamó mientras volaba por el cielo en su nuevo hogar.
Desde entonces, el patito único se unió a sus hermanos y disfrutaron de cada momento juntos, saltando, volando y nadando en el hermoso lago, pero esta vez, sin que las diferencias importaran.
"¡Qué linda es la diversidad!", comentó la ardilla desde su árbol mientras los veía jugar.
Y así, el patito que alguna vez se sintió solo, encontró su lugar en el mundo gracias a quien realmente era, un hermoso cisne que brillaba con luz propia.
La historia del patito único nos enseña que la verdadera belleza reside en ser auténticos y celebrar lo que nos hace diferentes. Todos somos especiales a nuestra manera.
FIN.