El patito y la patita


Había una vez en el encantador puente San Riques, un patito llamado Pablo y una patita llamada Mariel. Ambos se conocieron en ese mágico lugar, donde compartieron muchas aventuras y risas juntos. Un día, mientras exploraban el puente, encontraron un festín de deliciosa comida que compartieron con alegría. Después de un tiempo, Mariel y Pablo recibieron la maravillosa noticia de que serían papás. Estaban emocionados y ansiosos por dar la bienvenida a su pequeña hija, a quien decidieron llamar Julia.

Desde el primer momento, Mariel y Pablo se dedicaron a enseñarle a Julia sobre el mundo que les rodeaba. Le mostraron cómo volar con gracia sobre el agua, cómo buscar alimento y cómo cuidar de su entorno. Julia creció feliz y llena de curiosidad, aprendiendo de sus padres y explorando el hermoso puente San Riques.

Un día, Julia se encontró con un problema. Había visto a un pajarito que no podía volar, y ella quería ayudarlo. Se acercó a su mamá, Mariel, y le dijo preocupada: "Mamá, encontré a un pajarito que no puede volar. ¿Cómo podemos ayudarlo?" Mariel, con una sonrisa amorosa, le explicó que a veces, otros seres necesitan nuestra ayuda, y que siempre es bueno compartir lo que tenemos con ellos. Juntos, buscaron al pajarito y lo cuidaron hasta que pudiera volar de nuevo, llenando a Julia de alegría y satisfacción por haber ayudado a otro ser viviente.

Con el paso del tiempo, Julia se convirtió en una patita amorosa, valiente y compasiva, siguiendo el ejemplo de sus padres. Aprendió que la bondad y la empatía son cualidades que hacen brillar a cada ser, y que el cuidado por los demás hace del mundo un lugar mejor. Y así, el puente San Riques se llenó de historias sobre la patita Julia, quien inspiró a todos con su amor y generosidad.

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