El Pato Alegre y el Lago Espejo
Era un día brillante y soleado cuando Lucía decidió ir al lago que estaba cerca de su casa. Era un lago hermoso, con aguas claras y tranquilas que parecían un espejo. Mientras caminaba, bahía en sus pensamientos, tal vez soñando con aventuras, de repente escuchó un graznido alegre.
"Quack, quack!" sonaba aquel graznido. Intrigada, Lucía se acercó al borde del lago y vio a un pato amarillo brillante chapoteando con entusiasmo.
"Hola, pato!" - saludó Lucía sonriendo. "¿Cómo te llamás?"
"¡Soy Pato Alegría!" - respondió el pato, haciendo una pirueta en el agua. "Estoy aquí para compartir la alegría del lago. ¿Querés jugar?"
El entusiasmo de Pato Alegría era contagioso y, sin pensarlo dos veces, Lucía se sumó al juego. Jugaron a lanzarse pequeñas hojas y a saltar en el agua. El pato reía y graznaba de felicidad, mientras Lucía disfrutaba de su compañía.
Después de un rato, Lucía se dio cuenta de que debía volver a casa, pero no quería dejar a su nuevo amigo.
"Pato Alegría, ¿qué pasará si no vuelvo a verte?" - preguntó un poco triste.
"No te preocupes, Lucía. La alegría siempre vuelve a encontrar a quienes saben buscarla. Mirá, podemos hacer algo. Cada vez que te sientas feliz, ven al lago y piensa en mí, y yo nadaré hacia ti en tus pensamientos" - dijo el pato mientras movía sus patas en el agua.
Con una sonrisa, Lucía se despidió y prometió volver pronto. Sin embargo, mientras regresaba a casa, sintió una marea de emociones. En una vuelta del sendero, se encontró con un grupo de niños que estaban tristes porque no tenían con quién jugar.
"¿Qué pasa?" - preguntó Lucía.
"No sabemos qué hacer, estamos aburridos" - respondieron.
Lucía, recordando la alegría que había compartido con Pato Alegría, decidió contarles sobre él y su aventura en el lago.
"¡Vamos al lago! Pato Alegría nos hará reír y jugar." - exclamó Lucía con entusiasmo.
Los niños, contagiados por su energía, aceptaron con alegría seguirla. Al llegar al lago, todos comenzaron a bailar, a jugar, y a chapotear. Era un bullicio de risas y alegría.
Y en medio de esa celebración, Pato Alegría se unió. Los chicos gritaban de felicidad.
"¡Miren, el pato ha venido!" - gritó uno de ellos.
"¡Quack, quack!" - sonó Pato Alegría, mientras se zambullía y salía del agua, haciendo trucos.
Lucía se sintió tan feliz al ver a todos disfrutar.
"¿Vieron? La alegría es contagiosa! Cuando la compartimos, crece y crece" - dijo, dejando que esa sensación de felicidad invadiera el aire.
Desde aquel día, el lago se convirtió en un lugar de encuentro para el grupo. Lucía siempre recordaba a Pato Alegría y cómo su amistad había traído felicidad a todos.
Y así, el pato, el lago y la alegría se unieron siempre, recordando que en la amistad y en compartir momentos felices, la alegría no solo se encuentra, ¡sino que nunca se olvida!
Cada vez que Lucía iba al lago, el pato aparecía, y juntos hacían magia. Lucía aprendió que los pequeños actos de alegría pueden transformar un día común en una aventura inolvidable.
FIN.