El Pato Alegre y el Lago Mágico



En un tranquilo pueblo rodeado de montañas, había un lago brillante que siempre estaba lleno de alegría. Este lago era el hogar de un pato llamado Pedro, conocido por su color amarillo brillante y su inagotable energía. Todos los días, Pedro nadaba en el lago y cantaba alegremente, llenando el aire con su trino melodioso.

Un día, mientras Pedro chapoteaba en el agua, apareció un niño llamado Tomás. Tomás era un chico que a menudo se sentía solo, ya que se acababa de mudar al pueblo y no había hecho muchos amigos.

"¡Hola!" - exclamó Pedro, sacando su cabeza del agua. "¿Te gustaría jugar un rato en el lago?"

Tomás se sorprendió de escuchar hablar a un pato, pero también lo encontró muy divertido.

"¡Claro, me encantaría!" - respondió emocionado Tomás.

Pedro comenzó a nadar en círculos y a hacer piruetas, y Tomás no pudo contener la risa. Pronto, los dos se estaban divirtiendo tanto que comenzaron a inventar juegos. Jugaron a lanzarse pelotas de colores, a hacer carreras alrededor del lago y hasta a contar historias de aventuras imaginarias.

"¡Eres muy bueno jugando!" - le dijo Tomás a Pedro, mientras ambos descansaban en la orilla.

"¡Gracias! Y tú eres el mejor compañero de juegos que he tenido" - respondió Pedro, sus ojos brillando de alegría.

Con el pasar de los días, Tomás y Pedro se hicieron inseparables. Jugaban en el lago todos los días, y Tomás empezó a sentirse más feliz y menos solo. Sin embargo, un día, cuando Tomás llegó al lago, algo inusual sucedió. El agua estaba oscura y había una misteriosa niebla sobre la superficie.

"Pedro, ¿qué pasó con el lago?" - preguntó Tomás, con preocupación.

"No lo sé... pero creo que debemos investigar," - respondió Pedro con valentía.

Juntos, se adentraron en el lago, mientras la niebla parecía deslizarse a su alrededor. De repente, una gran sombra apareció debajo del agua. Tomás sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

"¿Qué es eso?" - preguntó asustado.

"No te preocupes, Tomás. Vamos a averiguarlo juntos!" - animó Pedro.

Cuando llegaron más cerca, se dieron cuenta de que la sombra era una enorme tortuga que tenía una expresión triste.

"Hola, pequeños amigos" - saludó la tortuga. "Soy Tula, y estoy atrapada aquí. Necesito ayuda para salir de esta niebla que me ha rodeado."

Tomás, sintiendo una mezcla de miedo y compasión, dijo:

"Pero, ¿cómo podemos ayudarte?"

"Tienen que encontrar el brillo de la alegría. Es un tesoro guardado en las profundidades del lago. Solo así la niebla se desvanecerá y podré salir" - explicó Tula.

Tomás y Pedro se miraron el uno al otro, decididos a ayudar a su nueva amiga.

"¿Y cómo encontramos ese brillo?" - preguntó Tomás.

"Tienen que recordar todos los momentos felices que han compartido juntos. Solo así encontrarán la luz" - respondió Tula con una sonrisa esperanzadora.

Tomás y Pedro cerraron los ojos y comenzaron a recordar. Pensaron en sus juegos, risas y todas las aventuras vividas en el lago. Al abrir los ojos, notaron que el agua comenzaba a brillar y una luz dorada emergía de su interior. Sin embargo, la niebla aún estaba presente.

"¡Rápido! Concentrémonos en nuestro brillo de alegría!" - gritó Tomás.

Ambos, llenos de energía, volvieron a recordar sus momentos más felices, y de repente, la luz creció y se convirtió en una ola deslumbrante que se dispersó por todo el lago. La niebla comenzó a desvanecerse, revelando un paisaje hermoso y claro. Tula salió de su escondite y sonrió.

"¡Lo lograron! ¡El brillo de su alegría ha liberado el lago!" - exclamó Tula.

Tomás y Pedro celebraron su victoria riendo y chapoteando en el agua, sintiéndose aún más felices.

"Gracias por ayudarme a encontrar mi libertad, pequeños amigos" - dijo Tula, emocionada. "Siempre que necesiten ayuda, recuerden que la alegría está dentro de ustedes".

Desde ese día, Tomás aprendió que en la alegría y la amistad se encuentra el verdadero tesoro. Y Pedro, el pato alegre, continuó cantando y nadando en su lago, sabiendo que siempre tendría un gran amigo. En el pueblo, todos se unieron para cuidar del lago mágico y recordaron que la alegría es contagiosa y puede vencer cualquier tristeza.

Así, Tomás, Pedro y Tula vivieron muchas más aventuras, siempre rodeados de risas y felicidad. Y el lago continuó brillando como un símbolo de amistad y alegría, donde cada niño y pato podía encontrar su propio brillo.

FIN.

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