El Pato Pochito y el Lago de los Sueños



En un pequeño pueblo argentino, había un lago brillante llamado el Lago de los Sueños, donde las aves cantaban y los árboles se mecían con la brisa. En este lugar vivía un pato llamado Pochito, que siempre andaba con su mejor amigo, un niño triste llamado Tomás.

Un día, mientras Pochito nadaba en el lago, notó que Tomás se sentaba en la orilla, con la cabeza gacha.

"¿Por qué estás tan triste, Tomás?" - preguntó Pochito, acercándose a la orilla con un chapoteo alegre.

"Es que no sé qué hacer con mi vida. Mis amigos se van de vacaciones y yo me siento solo..." - respondió Tomás, con una lágrima que resbalaba por su mejilla.

Pochito, con un brillo en sus ojos, tuvo una idea.

"¡Vamos a hacer algo divertido! ¡Juguemos!" - exclamó el pato, dando saltos en el agua.

Tomás se rió por primera vez en mucho tiempo, y se unió a su amigo en el agua. Juntos, hicieron carreras, saltaron y chapotearon hasta que volaron gotas por todos lados.

El sol comenzó a ponerse, y el cielo se llenó de colores.

"Mirá cómo el cielo se pinta de naranja y rosa, Pochito. ¡Es hermoso!" - comentó Tomás, maravillado.

"Sí, amigo, y eso me hace pensar que siempre hay algo bueno que descubrir, aunque a veces nos sintamos tristes," - dijo Pochito con una gran sonrisa.

Desde aquel día, cada vez que Tomás se sentía solo, iba al lago a buscar a su amigo Pochito. Un día, sin embargo, Pochito notó que su amigo no aparecía.

"¿Dónde estará Tomás?" - musitó el pato, inquieto. Después de buscar por el lago, decidió aventurarse al pueblo.

Cuando llegó, encontró a Tomás en su casa, sentado en el suelo con juguetes alrededor, pero sin ganas de jugar.

"¡Tomás!" - llamó Pochito desde la puerta.

"Pochito..." - respondió Tomás, levantando la mirada. "No tengo ganas de nada. Todos mis juguetes están dañados y no sé qué hacer..."

"¡Vamos a repararlos juntos!" - sugirió Pochito.

La chispa en los ojos de Tomás comenzó a brillar. Decidió seguir a Pochito al lago. Allí, los dos hermanos de la diversión se pusieron manos a la obra.

Pochito usó su pico para ayudar a juntar las piezas y Tomás, con su mejor empeño, arregló cada juguete. Después de un rato, habían reparado casi todo y los juguetes estaban como nuevos.

"¡Mirá lo que hicimos!" - dijo Tomás, saltando de alegría.

"¡Espectacular! Ahora podemos jugar juntos, ¡y también con los demás!" - gritó Pochito, dando saltos de felicidad.

En ese momento, una idea brillante le llegó a Tomás.

"Podríamos invitar a los chicos del barrio a jugar en el lago, así todos nos divertimos juntos!" - propuso emocionado.

Pochito aplaudió con alegría.

"¡Sí, hagámoslo! La alegría se multiplica cuando la compartimos. Vamos, ¡invítalos!"

Y así, Tomás corrió al pueblo y llamó a todos sus amigos. Cuando llegaron, muchos estaban tristes porque pensaban que no había diversión en el lago.

"¡Miren lo que hicimos!" - gritó Tomás, mostrando sus juguetes restaurados.

Todos se emocionaron y comenzaron a jugar, nadar y compartir risas. La alegría reinó en el lago, donde, por primera vez, los niños comprendieron que la amistad y el amor son como el agua: siempre pueden fluir y llenar los corazones vacíos.

A partir de aquel día, el Lago de los Sueños se volvió un lugar mágico donde las risas resonaban y la amistad florecía. Y Tomás jamás se sintió solo, porque siempre tuvo a Pochito a su lado y a sus amigos para compartir la alegría.

Y así, el pato y el niño, juntos, recordaron que el amor y la alegría crecen cuando se comparten.

FIN.

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