El Pay de Manzana y la Gran Aventura de Conie



En el pequeño pueblo de Santa Clara, donde las casas tienen techos de tejas rojas y la gente se saluda con una sonrisa, vivía Conie. A Conie le encantaba jugar en el parque con sus amigos, pero había algo que la hacía aún más feliz: el pay de manzana de su papá, Martín, conocido en todo el pueblo como Martín el Dormilón.

Un día, mientras el sol brillaba en el cielo y las aves cantaban, Conie llegó a casa después de una intensa tarde de juegos. "¡Papá!"-, gritó con toda su energía. "¿Puedes hacer tu famoso pay de manzana para la merienda?"

Martín, todavía en su pijama de rayas, le respondió con un bostezo, "Claro, pero necesito un rato para despertarme del todo. Me siento un poco chinchoso hoy"-. Conie se rió al escuchar la palabra chinchoso, siempre encontraba divertidos los momentos en que su papá se sentía un poco perezoso.

Mientras su padre se movía lentamente hacia la cocina, Conie decidió ir a jugar un rato al parque. "Solo un ratito", pensó "luego regreso y disfruto el pay"-. Pero mientras jugaba, un aroma exquisito comenzó a llegar hasta sus narices. Curiosa, siguió el olor hasta que se encontró con la casa de su vecina, Doña Rosa.

"¡Doña Rosa!"-, saludó Conie al verla en el jardín.

"¡Hola, Conie! He hecho un pay de manzana para compartir con los vecinos. ¿Te gustaría probarlo?"-

Los ojos de Conie brillaron. "¡Sí, por favor!"- Pero mientras saboreaba el pay de manzana, un pensamiento travieso apareció en su cabeza: "Si este de Doña Rosa es tan rico, ¿será que el de papá es aún mejor?"-

Al finalizar el pedacito, Conie agradeció a Doña Rosa y volvió corriendo a su casa. Al llegar, vio a su papá en la cocina preparando los ingredientes.

"¡Papá!"-, exclamó, "probé el pay de manzana de Doña Rosa y era delicioso, pero tengo muchas ganas de comer el tuyo también"-.

Martín sonrió con orgullo. "En el rato que estuviste, lo dejé preparado en el horno, ¡espera a que lo saquemos!"- Conie saltó de alegría.

Sin embargo, mientras esperaban que se horneara, comenzaron a escuchar ruidos extraños que venían del exterior. "¿Qué es eso?"-, preguntó Conie, intrigada. Martín la miró con curiosidad. Decidieron asomarse por la ventana.

Al mirar hacia afuera, se encontraron con un grupo de niños jugando con un perro muy juguetón. "Parece que tienen a su perro enredado en un arbusto"-, dijo Martín.

"Tenemos que ayudarlo,"- propuso Conie con su corazón lleno de valentía.

Ambos salieron de la casa, dejando de lado el pay para ayudar a los niños que estaban intentando liberar al perro. Al llegar, vieron que el perro solo estaba jugando y se había enredado un poco. Conie se acercó con cuidado. "¿Puedo tocarlo?"-

"Sí, es muy amigable"-, le respondió uno de los niños.

Con mucho cuidado, Conie logró deshacer los enredos del perro, quien movió la cola en agradecimiento. "¡Lo hicimos!"-, gritó emocionada. Los niños comenzaron a aplaudir. El dueño del perro, un niño llamado Lucas, se acercó y le dijo: "¡Gracias, Conie! Eres muy valiente y generosa"-

Conie se sonrojó, "Solo hice lo que había que hacer"-. Se sintió feliz por haber ayudado.

Después de la pequeña aventura, Conie y Martín regresaron a casa. Finalmente, el pay de manzana salió del horno, doradito y con un aroma que llenaba la cocina.

"¡Ya era hora!"-, dijo Martín con una sonrisa satisfecha.

"Papá, ¿sabes qué?"-, preguntó Conie mientras se servían un pedazo. "Tal vez el pay de manzana de Doña Rosa sea rico, pero el tuyo tiene algo especial"-.

"¿Qué es?"-, inquirió Martín mientras la miraba con curiosidad.

"Tu amor, papá. Cada vez que lo haces, le pones un poquito de tu cariño"-

Martín sonrió y ambos compartieron el delicioso pay de manzana en la mesa. Aprendieron que a veces lo mejor no es solo la comida, sino los momentos compartidos y las pequeñas aventuras que nos hacen crecer. Desde ese día, Conie decidió que nunca dejaría de ayudar a los demás, y siempre tendría espacio en su corazón para compartir y vivir nuevas experiencias.

Y así, entre risas y un aroma de manzana, el día en Santa Clara terminó con una promesa de más aventuras y, por supuesto, más pays de manzana.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!