El payaso del tiempo perdido
Era una mañana soleada en la ciudad de Sorpresópolis, un lugar donde los colores brillaban más intensamente y las risas resonaban por cada esquina. Allí vivía un payaso muy especial llamado Cocolito. Cocolito no era un payaso común; tenía un mágico poder que le permitía regresar el tiempo. Su misión en la vida era ayudar a los niños que no habían disfrutado de su niñez, devolviéndoles esos momentos felices que habían perdido.
Un día, mientras viajaba en su carrito lleno de globos y sorpresas, Cocolito escuchó un sollozo. Curioso, se acercó y encontró a una niñita llamada Lía, sentada en un banco del parque, con lágrimas en sus grandes ojos.
"¿Qué te pasa, pequeña?" - preguntó Cocolito, agachándose a su altura.
"No sé..." - respondió Lía, secándose las lágrimas con su mano. "Mis papás siempre están ocupados y no tengo amigos con quienes jugar. No disfruto nada, me siento muy sola."
Cocolito entendió que Lía había perdido la alegría de ser niña, y decidió que era el momento de usar su poder.
"¡No te preocupes, Lía!" - exclamó Cocolito mientras sacaba de su bolsillo un pequeño reloj de arena. "Voy a devolverte los momentos felices que te faltan. ¡Vamos a viajar al pasado!"
Lía lo miró con curiosidad. "¿Viajar al pasado? ¿Eso es posible?"
"¡Claro que sí! ¡Solo tienes que tener fe en la magia!" - respondió Cocolito con una amplia sonrisa.
Con un suave giro del reloj, ambos se encontraron en un día soleado, hace un año atrás. Lía vio a su yo más pequeño, disfrutando de un picnic, riendo con sus amigos.
"¡Mirá! ¡Ese soy yo!" - gritó Lía emocionada. "¡Me estoy divirtiendo!"
Cocolito sonrió. "¿Ves? Estás disfrutando, como deberías. Ahora, ¡es tu turno! ¿Qué te gustaría hacer?"
Lía, sorprendida, empezó a correr hacia su antiguo yo. Pero de repente, se detuvo. "Pero, Cocolito...¿y mis papás? Ellos nunca tienen tiempo para mí."
Cocolito la miró comprensivo. "A veces, los adultos se pierden en sus responsabilidades y olvidan lo importante que es disfrutar de los momentos. Pero tú puedes mostrarles lo que es la alegría. ¿Qué tal si organizamos una fiesta y los invitamos?"
Con una chispa de entusiasmo en sus ojos, Lía asintió.
"¡Sí! Vamos a hacer una fiesta sorpresa para mis papás y mis amigos. Quiero que todos jueguen y se diviertan juntos."
Así, Cocolito y Lía comenzaron a preparar una magnífica fiesta en el parque. Con globos, tortas, y juegos, todo estaba listo. Cuando los padres de Lía llegaron, sus rostros se iluminaron al ver a su hija feliz.
"¿Qué está pasando aquí?" - preguntó su mamá, sorprendida.
"¡Es una fiesta para todos!" - gritó Lía con alegría. "¡Quiero que juguemos juntos, como en mis recuerdos!"
Los padres se miraron y sonrieron. "¡Claro, a jugar!" - dijo su papá. Así pasaron la tarde riendo, corriendo y recordando lo importante que era estar juntos.
Cocolito, satisfecho, tomó la mano de Lía. "Recuerda, pequeña, que nunca es tarde para disfrutar de tu niñez. Siempre puedes crear momentos felices."
De repente, Lía sintió que su corazón se llenaba de felicidad. "¡Gracias, Cocolito! ¿Puedo hacer esto más seguido?"
"Por supuesto. ¡La magia de la alegría está en ti! Solo recuerda siempre jugar, reír y disfrutar cada momento."
Con eso, Cocolito sacó su reloj de arena nuevamente. "Es hora de regresar, pero ahora tienes una nueva herramienta: tu imaginación y el poder de crear momentos felices. Nunca dejes de jugar, ¿entendido?"
"¡Entendido!" - respondió Lía, llena de energía y con una gran sonrisa.
Y así, con un giro del reloj, Cocolito y Lía regresaron a su tiempo. Desde ese día, Lía no solo disfrutó de su niñez, sino que también logró que sus papás y otros niños aprendieran a jugar y a reír nuevamente. Y cada vez que hubo una fiesta, Cocolito siempre estaba allí, para recordarles que la magia de la niñez nunca termina.
Y así fue como Cocolito, el payaso del tiempo perdido, siguió viajando por Sorpresópolis, trayendo alegría y recordando a todos que la verdadera magia está en disfrutar de cada instante de la vida.
FIN.