El Payaso Supremo y la Fiesta de los Sueños



Era un día radiante en la ciudad de Sonrisópolis, donde la risa y la alegría eran el pan de cada día. En el centro de la ciudad, un gran circo se había instalado, y en el escenario principal se presentaba el Payaso Supremo, un artista famoso por sus increíbles trucos y su enorme corazón.

El Payaso Supremo, cuyo verdadero nombre era Ticio, tenía un talento especial para hacer reír a los niños. Todos los días, después de sus actuaciones, se quedaba a escuchar las historias de los pequeños que lo seguían. Un día, mientras escuchaba a una nena llamada Lola, se dio cuenta de que algo la preocupaba.

- “¿Qué te pasa, Lola? ”, preguntó Ticio, agachándose para estar a su altura.

- “Es que este año no puedo ir a la Fiesta de los Sueños porque mi mamá dice que no tenemos dinero para las entradas”, respondió Lola con la voz entrecortada.

El Payaso Supremo se sintió muy triste. La Fiesta de los Sueños era un evento muy especial donde los niños podían hacer realidad sus deseos más profundos. Si Lola no podía ir, algo debía hacer.

- “No te preocupes, Lola. Voy a encontrar la manera de que tú y todos los niños puedan ir a la fiesta”, prometió Ticio con una sonrisa.

Esa noche, Ticio se puso a pensar y decidió organizar un evento especial: un show benéfico en el circo para recaudar fondos. Habló con sus amigos, los trapecistas, los malabaristas y los magos de la troupe, quienes aceptaron ayudarlo.

- “¡Seremos un gran equipo! ”, exclamó Ticio.

Al día siguiente, comenzaron a ensayar con entusiasmo. Sin embargo, no todo fue fácil. Un mago llamado Pelayo estaba muy ansioso y cometía errores en cada truco que intentaba.

- “¡Ay, no! Esto no saldrá bien”, se lamentó Pelayo.

- “No te preocupes, Pelayo. Todos tenemos días malos. Lo importante es seguir intentándolo”, le dijo Ticio.

- “Pero… ¿y si no logro hacer que la gente se ría? ”

- “Lo hará, ¡confía en ti mismo! ”

La semana pasó rápido, y el día del show llegó. La carpa del circo estaba llena de luces brillantes y sonrisas. La gente de Sonrisópolis asistió con ganas de ayudar. Cuando comenzó el espectáculo, los actos sucedieron uno tras otro: malabaristas lanzando pelotas al aire, acróbatas desafiando la gravedad y Ticio, el Payaso Supremo, haciendo reír a todos con sus desvaríos.

Pero a mitad del show, algo inesperado sucedió. La gran jaula del león, que era parte del espectáculo, se atascó y no se podía abrir. El pánico se apoderó del escenario.

- “¡Ayuda, Ticio! ”, gritaron los trapecistas.

- “¡No se preocupen, amigos! ¡Nosotros vamos a solucionarlo! ”

Ticio recordó una historia que lo había inspirado cuando era niño: siempre hay una solución si trabajamos juntos. Así que propuso una nueva idea.

- “Todos los niños que están aquí, ¡ayuden a empujar la jaula para abrirla! ”

Los pequeños comenzaron a formar una cadena, empujando todos juntos.

- “¡Uno, dos, tres! ”, contaron en coro y, con un gran estruendo, la puerta finalmente se destrabó. El león salió con calma, pero, para sorpresa de todos, empezó a hacer acrobacias. La multitud estalló en aplausos.

El desastre se convirtió en la mejor parte del show, y todos rieron más que nunca. Al final del show, Ticio se dirigió a la multitud.

- “Gracias a todos por venir y ayudarnos a hacer de este un evento inolvidable. Gracias a su generosidad, Lola y todos los niños podrán asistir a la Fiesta de los Sueños”.

Los niños gritaban de alegría, y Lola estaba feliz, sus ojos brillaban.

- “¡Gracias, Payaso Supremo! ”, le gritaron todos.

- “Recuerden que siempre es mejor trabajar juntos. Así podemos hacer realidad nuestros sueños”, concluyó Ticio.

Y así, con risas y alegría, el Payaso Supremo no solo se convirtió en un héroe, sino que enseñó a todos los niños de Sonrisópolis que con trabajo en equipo y determinación, no hay deseo demasiado grande para alcanzar.

FIN.

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