El Peine Dorado de Milagros
Había una vez en la hermosa provincia de Neuquén, un imponente volcán llamado Domuyo. En lo alto de sus picos nevados vivía una niña muy especial llamada Milagros.
Lo que hacía a Milagros tan única era su peine mágico hecho de oro puro. Milagros tenía el poder de hacer crecer las flores más hermosas y curar cualquier enfermedad con solo peinar su cabello dorado.
Su amor por la naturaleza y su deseo de ayudar a los demás la convertían en un verdadero tesoro para toda la comunidad. Sin embargo, había un problema: cada vez que alguien intentaba acercarse al volcán Domuyo para conocer a Milagros, un toro gigante aparecía y bloqueaba el camino.
El toro era feroz y no permitía que nadie se acercara a la niña con el peine de oro.
Los habitantes del pueblo estaban desesperados por conocer a Milagros y recibir su ayuda sanadora, pero parecía imposible llegar hasta ella debido al toro guardián del volcán. La tristeza invadió los corazones de todos, ya que anhelaban experimentar las maravillas que Milagros podía realizar. Un día, llegó al pueblo un joven valiente llamado Juanito.
Había escuchado sobre los poderes milagrosos de Milagros y estaba decidido a encontrar una manera de llegar hasta ella sin ser detenido por el toro. Con determinación en sus ojos, emprendió su viaje hacia el volcán Domuyo.
Cuando Juanito llegó al pie del majestuoso volcán, se encontró cara a cara con el toro. Sin embargo, en lugar de intimidarse, Juanito decidió acercarse al animal y hablarle con amabilidad. "Hola, señor toro. Mi nombre es Juanito y vengo en busca de Milagros.
Necesitamos su ayuda para sanar a alguien muy querido en nuestro pueblo", dijo Juanito con voz serena. El toro, sorprendido por la valentía y respeto de Juanito, bajó su cabeza y permitió que el joven pasara.
Con cada paso que daba hacia la cima del volcán, el toro lo acompañaba pacíficamente como si fuera su nuevo amigo. Finalmente, Juanito llegó hasta Milagros y le contó sobre la situación en el pueblo. La niña sonrió dulcemente y aceptó ayudarlo de inmediato.
Tomando su peine de oro mágico, Milagros se dirigió junto a Juanito hacia el enfermo del pueblo. Con un simple toque del peine dorado en la frente del enfermo, Milagros curó todas sus dolencias.
El milagro había ocurrido gracias al coraje de Juanito y la bondad de Milagros. Desde ese día, las puertas del volcán Domuyo se abrieron para todos aquellos que buscaban ayuda o simplemente querían conocer a Milagros.
El toro impidió durante mucho tiempo el acceso a la niña con el peine de oro por temor a que no fueran sinceros en sus intenciones; pero ahora sabía reconocer cuando alguien tenía un corazón puro e iba en busca de bienestar para los demás.
La historia de Milagros se extendió más allá de Neuquén y pronto personas de todo el país llegaron al volcán Domuyo para recibir sus bendiciones.
La niña con peine de oro se convirtió en un símbolo de esperanza y amor, enseñando a todos que la valentía y la bondad pueden abrir puertas antes cerradas. Y así, gracias a Milagros, el toro guardián del volcán encontró un amigo en Juanito y ambos juntos llevaron felicidad y sanación a aquellos que más lo necesitaban.
FIN.