El pequeño artista y las formas mágicas



Era un día soleado cuando Mateo, un niño de 5 años, se despertó sintiéndose diferente. Esa mañana, no solo había despertado, sino que se había transformado en un pintor. Con su cabellera alborotada y lleno de energía, se puso su delantal rojo, tomó sus pinceles y se preparó para un día especial en la escuela.

Cuando llegó a la sala de clases, sus compañeros ya estaban sentados, esperando a la maestra. Mateo, lleno de emoción, levantó la mano.

"¡Señorita Valeria, yo quiero hablarles sobre arte!" - exclamó.

La señorita Valeria sonrió intrigada.

"¿De qué arte, Mateo?" - preguntó.

"Del arte geométrico de Carla Bertone. ¡Es impresionante! Hay triángulos, círculos y cuadrados que cuentan historias usando solo colores y formas!" - dijo Mateo, tratando de explicar todo lo que había aprendido la noche anterior en sus sueños.

Sus compañeros lo miraron con curiosidad.

"¿Quién es Carla Bertone?" - preguntó Ana, una de sus amigas.

"Es una pintora que usa formas geométricas en sus obras. Esto es lo que hace que su arte sea mágico. ¡Quiero mostrarles cómo usar las formas para contar nuestras propias historias!" - respondió Mateo, con gestos entusiastas.

Los ojos de sus compañeros brillaron de expectación. La señora Valeria, al ver el entusiasmo de Mateo, decidió que era una excelente idea.

"Chicos, ¿qué les parece si hacemos una excursión al museo de arte? ¡Ahí podremos ver obras de Carla Bertone y muchas más!" - propuso la maestra. Todos aplaudieron, llenos de alegría.

El día de la excursión, los niños subieron al colectivo con la emoción de ver todas aquellas obras de arte. Al llegar, fueron recibidos por una guía muy simpática que les habló de la importancia del arte geométrico.

"¿Sabían que el arte puede contar historias sin palabras? Miren estas pinturas de Carla Bertone, por ejemplo. Lo que ven aquí no son solo formas, ¡son sueños!" - les explicó la guía.

Mateo miraba con asombro cada una de las obras. Sin embargo, hubo un momento en el que notó algo diferente. Observó que otros niños estaban un tanto distraídos y no parecían disfrutar del arte como él. Entonces, decidió que era hora de actuar.

"¡Esperen!" - grito Mateo. "¿Quieren ayudarnos a crear nuestra propia obra de arte?" - sugirió el pequeño artista.

Los otros niños se quedaron mirándolo, sorprendidos pero intrigados.

"¿Cómo?" - preguntó un niño llamado Tomás.

"Vamos a hacer un juego: cada uno elegirá una forma geométrica, y luego, con colores alegres, la haremos cobrar vida. Por ejemplo, un círculo puede convertirse en una pelota, o un triángulo en un sombrero... ¡Podemos transformar todo!" - dijo Mateo, emocionado.

Los niños comenzaron a entusiasmarse y a compartir sus ideas. La guía escuchó y asintió con una gran sonrisa.

"Eso suena maravilloso. Arte es creación y diversión. ¡Vamos a hacerlo!" - dijo, llevándolos a una sala donde podían dibujar en grandes hojas.

Los niños se sentaron en círculo y comenzaron a crear. Con cada trazo, el entusiasmo fue creciendo. Las formas geométricas empezaron a transformarse en una historia colectiva: un sol alegre en el centro, alrededor un círculo que era un perrito, un triángulo que se convertía en una casa, y muchas otras cosas.

Al finalizar, todos estaban emocionados con su creación:

"¡Es increíble lo que hicimos juntos!" - comentó Ana, viendo su obra.

"¡Sí! ¡El arte une!" - dijo Mateo, sonriendo.

Después, la señorita Valeria les dijo que tocaran el arte en el museo. Los niños estaban tan emocionados que se acercaron a las obras que habían visto antes con más admiración.

"Ahora sé lo que decía Mateo, ¡cada forma tiene una historia que contar!" - dijo Tomás, ahora muy involucrado.

Ese día, no solo aprendieron sobre el arte geométrico, sino también sobre la importancia de la colaboración y la creatividad. Al regresar a casa, Mateo se sintió feliz, no solo por haber compartido su amor por el arte, sino por haber inspirado a sus amigos a ver el mundo a través de su propia mirada mágica. Y así, sin darse cuenta, se convirtió en un verdadero artista no solo en la pintura, sino también en la amistad.

Desde ese día, el pequeño pintor siguió soñando con nuevas aventuras artísticas, y cada vez que hablaba de arte, sus amigos lo escuchaban con atención. Juntos, comenzaron a hacer pequeños proyectos de arte en la escuela, llenando su salón con color y creatividad como sólo los niños pueden hacer. Cada obra que hacían se transformaba en una historia que unía sus corazones, recordándoles que el arte no solo se mira, también se siente, se comparte y se vive.

FIN.

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