El pequeño colibrí que soñaba volar


En el corazón de un frondoso bosque, vivía un pequeño colibrí llamado Teo. Teo era un ave curiosa y aventurera, pero a diferencia de sus hermanos, que ya surcaban los cielos con destreza, él aún no podía volar.

Todos los días observaba con envidia cómo sus amigos y familiares volaban de flor en flor, disfrutando de la libertad que solo las aves pueden saborear.

Teo soñaba con un día poder elevarse en el aire y sentir el viento acariciando sus alas. Decidido a hacer realidad su sueño, Teo buscó la ayuda de diferentes animales del bosque. Primero, se acercó al sabio búho del bosque y le pidió consejo. -¿Cómo puedo aprender a volar, señor búho? - preguntó Teo con ansiedad.

El búho, con voz serena, le respondió: -Para volar, debes encontrar la fuerza dentro de ti, la confianza en tus alas y la determinación en tu corazón. Teo agradeció al búho y se dispuso a practicar incansablemente.

Pasaba horas observando a las mariposas, intentando imitar sus movimientos gráciles. También se acercaba a los pájaros más grandes, pidiéndoles que le enseñaran sus secretos para volar alto. Sin importar cuántas veces fallara, Teo se negaba a rendirse.

Un día, mientras intentaba desesperadamente elevarse en el aire, una suave voz lo interrumpió. -¿Necesitas ayuda, pequeño colibrí? Teo miró hacia abajo y vio a una tortuga que se acercaba lentamente. -Sí, sí, por favor -respondió Teo con emoción.

La tortuga le sonrió con dulzura y le dijo: -Lo importante no es volar alto de inmediato, sino dar el primer paso. Con paciencia y perseverancia, lograrás alcanzar el cielo. Teo asintió con determinación y siguió practicando día tras día.

Hasta que, una mañana soleada, Teo finalmente logró elevarse del suelo y mantenerse en el aire. Sus alas batían con fuerza, su corazón latía con emoción y sus ojos brillaban de alegría. Había conquistado el cielo. Los animales del bosque lo miraron maravillados, aplaudiendo su hazaña.

Desde ese día, Teo se convirtió en un símbolo de perseverancia y valentía para todos los habitantes del bosque.

Y cada vez que veía a alguien luchando por sus sueños, les recordaba con orgullo que todos llevamos el poder de volar en nuestro interior.

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