El pequeño elefante que quería volar
Había una vez en el océano, un grupo de tiburones que vivían felices y en armonía con los demás habitantes marinos.
Uno de ellos se llamaba Tomás, un tiburón curioso y valiente que siempre estaba dispuesto a explorar nuevas aventuras. Un día, mientras nadaba cerca de la costa, Tomás escuchó a unos niños gritando: "¡Mira! ¡Un tiburón! ¡Corran!" Los niños tenían miedo porque tenían la idea equivocada de que los tiburones eran monstruos malvados.
Tomás se sintió triste al escuchar eso y decidió hacer algo para cambiar esa percepción. Tomás nadó rápidamente hacia la playa y emergió del agua. Todas las personas quedaron sorprendidas al verlo tan cerca.
Con una sonrisa amigable en su rostro, Tomás dijo: "¡Hola! Soy Tomás, un tiburón muy simpático". Las personas estaban asombradas por lo amistoso que parecía el tiburón. Una niña llamada Sofía se acercó tímidamente y le preguntó: "-¿Eres peligroso?".
Tomás respondió con calma: "-No soy peligroso para las personas. En realidad, me gusta mucho jugar con mis amigos peces y cuidar del océano". Sofía miró a sus amigos y les dijo: "-Chicos, creo que nos hemos equivocado sobre los tiburones".
Todos los niños se acercaron a Tomás emocionados para conocer más sobre él. Tomás les contó historias fascinantes sobre su vida bajo el mar.
Les explicó cómo los tiburones son parte importante del ecosistema marino y cómo ayudan a mantener el equilibrio en el océano. Les habló sobre la importancia de cuidar y respetar a todos los seres vivos, incluidos los tiburones.
Los niños estaban fascinados y decidieron unirse a Tomás en su misión de proteger a los tiburones y educar a las personas sobre su verdadera naturaleza. Juntos, crearon carteles con mensajes positivos sobre los tiburones y organizaron una feria educativa en la playa.
Muchas personas se acercaron para aprender más sobre los tiburones gracias al trabajo de Tomás y los niños. Pronto, la idea de que los tiburones eran monstruos malvados comenzó a desaparecer. La gente empezó a comprender que los tiburones son animales increíbles que merecen nuestro respeto y cuidado.
Tomás se sentía muy orgulloso de lo que había logrado junto con sus amigos. Ellos demostraron al mundo que no hay que juzgar por las apariencias y que todos merecen una oportunidad para mostrar quiénes realmente son.
Desde ese día, la amistad entre humanos y tiburones creció cada vez más fuerte. Las personas aprendieron a disfrutar del océano sin temor, sabiendo que compartirlo con estos magníficos animales es un privilegio.
Y así, gracias al coraje y determinación de Tomás, el mundo cambió su forma de ver a los tiburones. Ahora sabemos que no son monstruos malvados, sino criaturas valiosas e importantes para nuestro planeta. La historia de Tomás nos enseña una gran lección: nunca debemos juzgar a alguien sin conocerlo primero.
Cada uno de nosotros tiene el poder de cambiar las cosas y hacer del mundo un lugar mejor. Siempre recordemos que, al igual que Tomás, cada uno de nosotros puede marcar la diferencia.
FIN.