El Pequeño Erizo Inquieto
En un amigable bosque lleno de árboles altos y flores de colores, vivía una familia de erizos. Tenían dos hijos: Piquito, el mayor, y Pichu, el más pequeño. Pichu era un pequeño erizo que tenía mucha energía, siempre estaba moviéndose, corriendo de un lado a otro y nunca podía quedarse quieto.
Una mañana, Pichu llegó a casa después de la escuela, con sus espinas todavía brillando por el sol. Corrió hacia su mamá, que estaba preparando una deliciosa cena.
"¡Mamá! Hoy en clase hice un montón de cosas, pero la maestra me miraba muy enojada. ¿Por qué será?" - preguntó Pichu, con un brillo inquieto en sus ojos.
Su mamá se agachó, sonriendo con ternura.
"Quizás porque no te quedabas quieto y no escuchabas lo que decía, Pichu. A veces, es difícil para otros entender tu energía. Pero eso no significa que no seas especial. Cada uno de nosotros tiene algo único dentro".
Pichu miró al suelo, sentía que a veces no encajaba con los demás. Se le ocurría una idea. "¡Voy a hablar con Piquito!" - exclamó y salió disparado hacia la habitación de su hermano.
Piquito estaba jugando con sus juguetes, pero al ver a su hermano tan entusiasta, sonrió.
"¿Qué pasa, Pichu?" - preguntó.
"Quiero entender por qué soy así. Cada vez que trato de jugar con mis amigos, ellos se enojan. A veces me siento solo. No puedo quedarme quieto y me cuesta escuchar a la maestra".
Piquito miró a su hermano con comprensión.
"Yo entiendo. A veces también es difícil para mí concentrarme, pero aprendí una técnica. Mi maestra me mostró que hay juegos que nos ayudan a calmar nuestra mente y a ser mejores amigos."
Pichu parpadeó emocionado. "¡¿De verdad? ! ¿Cómo?" - preguntó con viveza.
"Podemos hacer un juego de respiración. También hay un juego que se llama 'El silencio del bosque'. Te cansas corriendo y luego te quedas quieto por un rato, escucha los sonidos. ¡Es muy divertido!" - respondió Piquito, entusiasmado.
Así fue como los dos hermanos decidieron hacer un plan: cada día, después de la escuela, practicarían esos juegos juntos. En su aventura, empezaron a notar cosas del bosque que jamás habían visto: cómo gritan las aves, cómo se mueven las hojas, e incluso a qué huelen las flores.
Pero no solo eso. Un día, durante una clase, Pichu se dio cuenta que era muy bueno en un juego de números que la maestra había propuesto. Sus compañeros comenzaron a animarlo y se sintió más seguro.
"¡Pichu! ¡Sos genial!" - gritó un compañero mientras aplaudían.
Con cada nuevo avance, Pichu se sentía más aceptado. Hicieron un equipo y juntos comenzaron a jugar todos los recreos. Pero, un día, otro compañero se quejó. "¡Pichu! Deja de moverte tanto, a veces es difícil concentrarse cuando estás así".
Pichu se sintió apenar y su energía se desinfló.
Cuando llegó a casa, se lo contó a su madre, que lo escuchó atentamente. "A veces hay que lidiar con comentarios difíciles, querido. Eso no define quién sos. ¡Lo importante es que siempre sigas siendo tú mismo! También puedes explicarles a tus amigos que tu energía es solo una parte de ti".
Con el ánimo renovado, Pichu decidió organizar un pequeño día de juegos en su casa. Todos sus amigos fueron invitados, y Pichu pensó en un juego especial donde cada uno tendría un rol. Con su energía, ideó un laberinto de almohadas donde todos podían correr, brincar y luego, descansar en un espacio tranquilo.
El día de los juegos llegó, y la casa de los erizos se llenó de risas. Cuando todos terminaron, uno de los amigos le dijo, "Pichu, me encantó tu idea. ¡Pudimos correr y después descansar!" -.
Pichu sonrió satisfecho. Ahora comprendía que ser un pequeño erizo inquieto no solo era parte de su naturaleza, sino que también lo hacía especial. Pichu descubrió que, al compartir su energía, podía encontrar formas de sentirse parte del grupo y de crear momentos divertidos con sus amigos.
Con el apoyo de su familia y su hermano, Pichu entendió que la diversidad en el bosque es lo que lo hace un lugar maravilloso. Y así, lleno de energía y alegría, siguió explorando su mundo, convirtiendo cada desafío en una aventura, y haciendo que cada día fuera especial.
Y desde ese momento, Pichu entendió que su energía era una superpotencia que podía usar no solo para aprender, sino también para hacer amistades e inspirar a otros erizos en el bosque.
FIN.