El Pequeño Genio del Código



Era un día brillante y soleado en la ciudad de Buenos Aires. La alegría y la curiosidad de la infancia se sentían en el aire. En un pequeño departamento, vivía Matías, un niño de 12 años con una pasión desbordante por la programación. Matías había comenzado a aprender a programar con videos de YouTube y siempre tenía una sonrisa en el rostro cuando escribía líneas de código en su computadora.

Un día, mientras Matías estaba en línea, vio un anuncio que decía: 'Concurso Nacional de Programación para Jóvenes Talentos'. El grandioso premio incluía una beca para un curso avanzado de programación y un viaje a un concurso internacional en Silicon Valley. Matías se entusiasmó mucho.

"¡Mamá! ¡Mirá lo que encontré!", gritó Matías mientras corría hacia la cocina.

"¿Qué pasó, hijo?", respondió su madre mirándolo con curiosidad.

"Hay un concurso de programación y debo presentarme. ¡Es mi oportunidad para aprender más y conocer a otros programadores!"

Su mamá lo miró con cariño y apoyó su idea. Sin embargo, Matías se dio cuenta de que tenía solo tres semanas para presentar su proyecto.

Cada día tras la escuela, Matías se sentaba frente a la computadora, decididamente trabajando en una aplicación llamada —"EcoApp" , que ayudaría a las personas a llevar un seguimiento de sus hábitos ecológicos. Matías se inspiró en su amor por la naturaleza y sus frecuentes paseos por el parque.

Pero, a medida que se acercaba la fecha límite, Matías comenzó a enfrentar problemas. Un día, su computadora dejó de funcionar y, con ella, se le borraron todos los avances que había hecho. Se sentó en la cama, frustrado y con ganas de llorar.

"¿Por qué siempre me pasan cosas malas?", se quejaba Matías.

"¡No puedo dejarlo así!"

Después de unos minutos, decidió que no podía rendirse. Salió de su habitación y fue a hablar con su vecino, Don Carlos, un anciano que había sido programador en su juventud.

"Hola, Matías. Te veo preocupado. ¿Qué te pasa?", preguntó Don Carlos desde su balcón.

"Se me borró todo lo que había hecho para el concurso. No sé si tengo tiempo para hacerlo de nuevo", respondió el niño, con los ojos llenos de tristeza.

"Recuerda, Matías: las dificultades son oportunidades disfrazadas. Vamos a trabajar juntos y ver qué podemos hacer. Siempre hay una solución."

Con la ayuda de Don Carlos, Matías empezó a reconstruir su proyecto. Trabajaron largas horas juntos, y cada día aprendía algo nuevo no solo de programación, sino también de la importancia de la perseverancia y el trabajo en equipo.

Finalmente, logró terminar —"EcoApp"  justo a tiempo y la presentó en el concurso. Matías se sintió nervioso, pero también emocionado.

El día del concurso, el jurado estaba compuesto por grandes programadores y emprendedores. Mientras presentaba su aplicación, Matías habló sobre su pasión por cuidar el medio ambiente y cómo quería inspirar a otros a hacer lo mismo.

Los jueces estaban muy impresionados con su idea.

"¿Y qué te motivó a crear esta aplicación?", preguntó una jueza.

"Quiero que todos podamos cuidar nuestra Tierra y que cada pequeño esfuerzo cuente", respondió Matías, llenándose de confianza.

Después de muchas presentaciones, anunciaron al ganador. Matías no podía creerlo.

"¡El ganador del Concurso Nacional de Programación es… Matías!"

La sala estalló en aplausos. Matías se sintió el niño más feliz del mundo.

"Gracias a todos, pero también quiero agradecer a Don Carlos. Sin su ayuda, no lo habría logrado", dijo Matías, mientras miraba al anciano que lo sonreía orgulloso.

Matías, además de ganar la beca y el viaje a Silicon Valley, había aprendido una valiosa lección: que nunca se debe rendir y que siempre hay quienes estarán dispuestos a ayudar. A partir de ese día, se convirtió en un pequeño embajador del medio ambiente, impulsando proyectos en su escuela y compartiendo su amor por la programación.

Y así, Matías no solo se convirtió en un gran programador, sino también en un gran defensor de la Tierra, demostrando que incluso los más pequeños pueden hacer la diferencia.

FIN.

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