El pequeño gigante del fútbol
En un barrio lleno de niños que soñaban con ser estrellas del fútbol, había un pequeño llamado Lucas. A diferencia de sus amigos, Lucas era bajito. Siempre llevaba una camiseta de su equipo favorito, con el número 10 en la espalda, y soñaba con jugar en la selección. Cada tarde, después de hacer los deberes, corría al parque a jugar con su grupo de amigos.
Un día, mientras jugaban, el balón se fue rodando hacia el barro. Lucas, emocionado, corrió tras él, pero un chico más alto que él, llamado Tomás, llegó primero.
"¡Deja de hacerte el héroe! ¡No podés llegar a la pelota!", le gritó Tomás, riéndose.
"¡Yo puedo! ¡Solo tengo que saltar!", respondió Lucas, decidido a no dejarse vencer.
Finalmente, tomó impulso y, aunque no logró alcanzar el balón, todos sus amigos comenzaron a reírse. Lucas se sintió triste, pero decidió no rendirse. Esa noche, se sentó en su cama y pensó: "Si no puedo ser más alto, debo ser más rápido y hábil".
Así que empezó a entrenar en su jardín. Practicaba dribles, disparos a puerta y pases con su mamá, quien siempre apoyaba sus sueños. Cada día, se sentía un poco más confiado.
Semanas más tarde, se organizó un torneo en el barrio. Lucas casi no se animaba a inscribirse, pero su mamá lo animó:
"No importa tu altura, Lucas. Lo que cuenta es tu esfuerzo y tu pasión por el fútbol".
Con esas palabras, se anotó en el torneo y su equipo se llamaba “Los Minitas”. Cuando llegó el día del torneo, Lucas se sintió nervioso. En el primer partido, se enfrentaron a “Los Titanes”, el equipo más fuerte del barrio.
El partido comenzó y, al principio, Lucas fue el blanco de las burlas.
"¡Miren al enano!" gritó Tomás, ahora jugando en el equipo rival.
Sin embargo, al poco tiempo, Lucas sorprendió a todos. En una jugada rápida, se llevó el balón desde su área, esquivó a dos jugadores rivales con su rapidez y, en un hermoso pase, asistió a su compañero Juan, quien marcó un gol.
La multitud comenzó a gritar.
"¡Vamos, Los Minitas!"
Lucas sintió el impulso que necesitaba, y aunque seguía recibiendo algunos insultos, sabía que lo estaba haciendo bien.
El partido avanzó y “Los Titanes” marcaban goles, pero Lucas, aprovechando su agilidad, robó el balón varias veces y asistió en otros goles. Finalmente, cuando el partido estaba empatado, Lucas tuvo la oportunidad de lanzar un tiro libre.
"¡Viene Lucas!" gritaba su mamá desde la tribuna.
Decidido, se colocó frente al balón y, con todo su corazón, disparó. El balón voló por encima de la barrera, el arquero rival no pudo alcanzarlo y ¡gol!"¡Sí, lo hice!", gritó Lucas, que apenas alcanzaba a celebrar saltando.
El partido terminó y “Los Minitas” ganaron. Lucas fue el héroe del día.
"No te preocupes por tu altura, Lucas. Eres un gran jugador" le dijo su mamá mientras lo abrazaba.
"Gracias, mamá. Ahora sé que lo que importa es lo que llevo en mi corazón" dijo Lucas, brillando de felicidad.
Al finalizar el torneo, Lucas se hizo muy popular en el barrio. Aprendió que, aunque podría no ser el más alto, su esfuerzo y dedicación podían hacerlo destacar. Y, sobre todo, hizo amigos que lo apoyaban, no por su altura, sino por su increíble habilidad y espíritu.
Desde esa tarde en adelante, Lucas siguió jugando al fútbol. A pesar de que siempre era el más bajito en el campo, se convirtió en el pequeño gigante que inspiró a otros a nunca rendirse, demostrándoles que lo único que se necesita es pasión y perseverancia para alcanzar los sueños.
FIN.