El pequeño gran aventurero de la escuela embrujada
Había una vez, en una época muy lejana, una escuela enorme y alejada, rodeada de un denso bosque y brillantes estrellas. Esta escuela, conocida como la Escuela Mágica de Eldor, tenía una fama misteriosa. Se decía que estaba embrujada, y que en sus pasillos se escuchaban risas y susurros de estudiantes que jamás se habían visto. Los niños del pueblo, espantados por las historias, evitaban hablar de ella. Pero no Santiago.
Santiago era un niño pequeño de tamaño, pero enorme de corazón. Su curiosidad lo llevaba a explorar lugares que otros temían, así que decidió aventurarse a esa escuela. Un día, con una mochila llena de libros y golosinas, se dirigió hacia Eldor.
Al llegar, encontró las puertas antiguas abiertas. "¡Hola!"- gritó. La respuesta llegó en forma de eco. Anduvo por un pasillo largo y oscuro hasta que encontró un aula llena de colores.
"¿Quién está ahí?"- preguntó una dulce voz. Era una figura brillante que flotaba a su lado. "Soy Lila, el espíritu guardián de la escuela. He estado esperando a un niño valiente como vos."
Santiago, en lugar de asustarse, sonrió. "¿Valiente? Solo soy un niño pequeño."
"A veces, los más pequeños tienen los mayores corazones. Ven, tengo mucho que mostrarte."
Lila llevó a Santiago a explorar la escuela. Cada aula era diferente: en una, los libros hablaban y narraban aventuras; en otra, los pupitres volaban y los dibujos cobraban vida. Santiago estaba maravillado y nunca había imaginado que la escuela pudiera ser tan fantástica.
Mientras exploraban, Lila le explicó los secretos de la escuela. "Hay una leyenda que dice que una vez al año, los estudiantes de la escuela embrujada deben realizar un gran proyecto. Sin embargo, nadie ha presentado uno en muchos años. La escuela se ha vuelto triste y vacía."
Santiago sintió un nudo en el estómago. "¿Y si nadie se atreve a presentarlo?"-
"Eso es lo que quiero que hagas, pequeño amigo. Con tu valentía, podrías darle vida a la escuela otra vez. Pero necesitarás ayuda. No puedes hacerlo solo."-
Santiago pensó un momento. Entonces apretó los puños decidido. "¡Sí! ¿A quién puedo pedir ayuda?"-
"A los espíritus de los antiguos alumnos. Están aquí, pero apenas se dejan ver. Debes hacer algo único para que se asomen."
Con la ayuda de Lila, Santiago decidió organizar un gran concurso de talentos, invitando a todos los espíritus a participar. A pesar de ser pequeño, comenzó a planificar cada detalle: actividades, pruebas y, sobre todo, cómo animar a los espíritus a mostrarse.
El día del concurso llegó. Santiago, lleno de nervios, se plantó en medio del aula principal y, con una voz fuerte, dijo: "¡Bienvenidos a la Gran Fiesta de Talentos! Sé que están aquí, y quiero que muestren lo que son capaces de hacer. Todos tienen un don especial que merece ser compartido. Vamos, espíritus, anímense. ¡La escuela los necesita!"
Los susurros comenzaron a cobrar vida. Un coro de risas y melodías llenó el aire. De repente, los antiguos alumnos comenzaron a materializarse, luciendo sus encantadores trajes de épocas pasadas. Uno a uno, mostraron sus talentos: magia, música, pintura y poesía.
"¡Es maravilloso!"- gritó Santiago, mientras disfrutaba de sus presentaciones. Lila, entre risas, brillaba aún más.
La escuela, antes oscura y tranquila, ahora estaba llena de energía, risas y alegría. Santiago se sintió inmenso, como si su tamaño se hubiera multiplicado.
Al final del día, Lila se acercó a él. "Has hecho algo increíble, Santiago. Has devuelto la vida a esta escuela."
Nuestros espíritus te han preparado un regalo. La magia de Eldor te acompaña ahora, y donde quiera que vayas, siempre podrás regresar aquí."
Santiago sonrió, pero no pudo evitar una lágrima de felicidad. "Gracias, nunca olvidaré esta aventura."
Y, aunque Santiago era pequeño de tamaño, había demostrado que el verdadero tamaño se mide por el valor y la bondad del corazón.
Esa noche, cuando regresó a casa, nunca se sintió tan grande.
FIN.