El pequeño guardián del bosque



En un pequeño pueblo rodeado de un hermoso bosque, vivía un niño llamado Martín. Martín era un niño curioso, amante de la naturaleza y siempre dispuesto a ayudar a los demás.

Un día, el pueblo se vio amenazado por una fuerte tormenta que había derribado varios árboles, bloqueando caminos y poniendo en peligro a sus habitantes. El alcalde del pueblo decidió convocar a los ciudadanos para pedir ayuda en la tarea de despejar los caminos y cortar los árboles caídos.

Al escuchar la convocatoria, Martín se ofreció voluntariamente para ayudar en la tarea. Su madre, preocupada por la seguridad de su hijo, le advirtió sobre los peligros de cortar árboles, pero él estaba decidido a ser de ayuda.

- Mamá, entiendo que puede ser peligroso, pero quiero ayudar al pueblo y al bosque. No puedo quedarme de brazos cruzados, tengo que hacer algo, - le dijo Martín con determinación.

Así, equipado con su casco, guantes y un hacha pequeña que le prestaron, Martín se unió a la brigada encargada de cortar los árboles caídos. A medida que avanzaban en el bosque, Martín se sorprendía de la magnitud de los árboles caídos y la laboriosa tarea que implicaba cortarlos.

A pesar de su corta edad, Martín trabajaba con empeño y entusiasmo, buscando siempre la forma más segura y efectiva de realizar su labor.

Mientras cortaba un árbol, Martín notó que su hacha se aflojaba, pero antes de que pudiera hacer algo, el árbol comenzó a tambalearse. - ¡Cuidado! ¡El árbol se está cayendo! - gritó un compañero. Rápidamente, Martín se apartó y el árbol cayó con un estruendoso ruido. El susto fue grande, pero por suerte, Martín no resultó herido.

Tras este incidente, Martín reflexionó sobre la importancia de la seguridad al trabajar en el bosque y decidió buscar ayuda para reparar su hacha.

Los leñadores expertos le enseñaron a afilar y mantener su herramienta en buenas condiciones, así como los cuidados que debía tener al cortar árboles.

Con su hacha lista para ser usada de manera segura, Martín continuó trabajando con más precaución que nunca, siempre atento a las indicaciones de los adultos y listo para pedir ayuda si la necesitaba. Al final del día, el bosque comenzaba a lucir despejado y los caminos volvían a quedar libres. Los habitantes del pueblo agradecieron a Martín y a los demás voluntarios por su valiosa ayuda.

Martín se sentía orgulloso de haber sido de ayuda y, desde ese día, se convirtió en el pequeño guardián del bosque, siempre dispuesto a proteger y preservar la naturaleza.

FIN.

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