El Pequeño Guerrero
Era un día soleado en la ciudad de Buenos Aires, cuando Rosa sintió que había llegado el momento. Su pancita ya estaba muy grande y su pequeño Andrés estaba ansioso por conocer el mundo. Pero lo que nadie esperaba era que Andrés llegaría tres meses antes de lo planeado.
Cuando nació, era tan chiquitito que Rosa no podía dejar de preocuparse.
"¿Por qué llegó tan pronto?" - preguntó, con lágrimas en los ojos, mientras acariciaba su manita tan pequeña. El doctor, con una sonrisa amable, le explicó:
"A veces, los bebés deciden salir antes de tiempo. Pero Andrés es muy fuerte y está en el lugar correcto para ponerse mejor".
Así comenzó la lucha de Rosa. Cada día, iba al hospital, hablándole a su bebé con dulzura.
"Vamos, Andrés, sé que sos un guerrero" - le decía mientras le contaba historias de aventuras de grandes héroes que había leído.
A medida que los días pasaban, Rosa notó que la voz de su hijo empezaba a responderle. El pequeño hacía ruiditos y movía sus manitos, llenando el corazón de Rosa de esperanza. Sin embargo, no todo fue fácil. Un día, la médica entró a la habitación donde Rosa estaba.
"Necesitamos hablar, Rosa" - dijo con tono serio.
Rosa sintió que su corazón se detenía.
"¿Qué pasa?" - preguntó entre susurros.
"Andrés necesita un poco más de apoyo. Vamos a tener que hacerle una prueba" - respondió la médica. Rosa, aunque asustada, decidió que debía ser valiente.
"Está bien, lo que necesite, haré todo por él" - firmó con determinación.
Después de un tiempo que pareció eterno, la médica regresó sonriendo.
"Andrés es un guerrero, ha pasado la prueba. Está mejorando poco a poco".
El rostro de Rosa se iluminó como si brillara el sol. Esa noche volvió a su casa con el corazón lleno de amor.
"Mañana le contaré sobre los héroes y las heroínas de la historia" - pensó mientras se acomodaba en su cama ante la expectativa de que pasaría.
Día a día, Rosa fue a visitar a Andrés y le contaba sobre cómo los héroes no solo luchan con espada y escudo, sino también con amor y esperanza.
Un día, el doctor le dijo:
"Es hora de que le des a Andrés un poco de tu fuerza. Quiero que lo abraces, es momento de que sienta tu amor".
"No sé si voy a poder" - dudó Rosa. Pero, con el aliento en el pecho, se acercó con movimientos lentos.
"Voy a ser fuerte para vos, Andrés" - murmura como un mantra. Con cuidado, levantó a su pequeño en brazos.
"Mirá, soy tu mamá, siempre estaré aquí" - le susurró mientras Andrés miraba a su alrededor.
Con cada abrazo, Andrés empezó a crecer un poco más. Rosa notaba cómo se llenaba de fuerza y vitalidad.
"Soy tu mamá y juntos vamos a vencer esto" - le decía, y poco a poco Andrés fue tomando fuerza.
Finalmente, llegó el día en que el médico le dio la noticia esperada:
"Andrés está listo para irse a casa".
Rosa saltó de alegría mientras la médica le daba instrucciones sobre cómo cuidar a su bebé en casa.
"¡Qué guerrero valiente sos, Andrés!" - exclamó mientras lo abrazaba muy fuerte. Ella sabía que habían superado un gran desafío juntos y que su amor lo había hecho posible.
Días después, mientras buscaban su primer cuaderno para escribirle cuentos a su hijo, Rosa puso en la tapa: "Andrés, el Pequeño Guerrero". Y así, en cada página, fueron escribiendo sus propias historias llenas de amor y valentía, recordando que, mientras tengan fe y amor, todo es posible.
Por siempre, fueron un tándem invencible, madre e hijo, recorriendo la vida con valentía y esperanza.
FIN.