El pequeño indio pluma blanca saluda a las estrellas
En un rincón de la vasta pradera, vivía un pequeño indio llamado Pluma Blanca. Tenía el corazón lleno de sueños y una curiosidad insaciable por el mundo que lo rodeaba. Cada noche, tras ayudar a su padre en las labores del campamento, miraba hacia el cielo estrellado y se maravillaba ante su belleza.
Una noche, mientras contaba las estrellas, una de ellas comenzó a brillar más intensamente que las demás. Pluma Blanca, con un susurro lleno de esperanza, decidió saludarla.
"¡Hola, estrella brillante! Soy Pluma Blanca, ¿puedes escucharme?" - dijo, levantando su mano.
Para su sorpresa, la estrella respondió con una voz suave y melodiosa. "¡Hola, pequeño! Estoy aquí para escucharte. ¿Por qué me llamas?"
Pluma Blanca, emocionado, le contó sobre sus aventuras en la pradera, los juegos con sus amigos y cómo soñaba con ser un gran cazador. La estrella, curiosa, le preguntó.
"¿Y qué es lo que más deseas, Pluma Blanca?"
"Quiero aprender sobre las aves que vuelan alto y los secretos de la naturaleza" - contestó el pequeño indio.
La estrella sonrió y, tras un breve destello, le dijo: "Te ayudaré, pero primero debes pasar tres pruebas. Ellas te enseñarán lo que buscas".
Intrigado, Pluma Blanca aceptó el reto. La estrella brilló de nuevo y, como si fuera magia, apareció en la pradera un hermoso búho.
"Yo soy Sabiduría, el búho. Para tu primera prueba, tendrás que aprender a escuchar el susurro del viento que habla entre los árboles".
Pluma Blanca asintió y se sentó en silencio, prestando atención al viento. Al principio, no escuchó nada, pero tras un rato, empezó a oír las historias que contaban las hojas. Los árboles le hablaban de la belleza del cambio de estaciones y la importancia de cuidar su hogar.
"¡Entiendo!" - exclamó. "Debemos proteger la naturaleza y todo lo que en ella habita".
Satisfecha, la estrella sonrió y continuó: "Bien hecho, Pluma Blanca. Para la segunda prueba, deberás entender el canto de las aves".
De repente, un grupo de pájaros apareció en el cielo, llenando el aire con su música. Pluma Blanca cerró los ojos, dejando que el canto fluyera a su alrededor. Con el tiempo, comenzó a distinguir diferentes melodías y, al abrir los ojos, comprendió que cada cantar tenía un mensaje y un propósito.
"Las aves cantan para alegrar el día y avisar de peligros" - reflexionó en voz alta.
—"Exactamente" - respondió el búho, que no lo había dejado solo. "Es importante escuchar y comprender el mensaje de quienes nos rodean".
Finalmente, llegó la tercera prueba. El cielo se oscureció y el búho le dijo: "Pluma Blanca, ahora deberás enfrentarte a tus miedos. Tu última tarea es cruzar el río sabiendo que aunque el agua sea profunda, tú puedes hacerlo".
El pequeño indio sintió un poco de temor, pero recordó las lecciones anteriores. Con valentía, dio un paso, después otro, y pronto se encontró al otro lado, con el corazón latiendo fuerte.
"Lo logré, ¡crucé el río!" - gritó, lleno de alegría.
"Aprendiste a escuchar, a comprender y a ser valiente. Eso es lo que te hará un gran cazador, Pluma Blanca" - dijo Sabiduría, orgulloso de su alumno.
Esa misma noche, mirando de nuevo hacia el cielo, Pluma Blanca se sintió lleno de gratitud. "Gracias, estrella brillante, por ayudarme a encontrar mi camino".
La estrella le respondió con un destello resplandeciente, "Siempre estaré aquí, pequeño indio. Recuerda que la verdadera magia está en el aprendizaje y en cuidar de tu mundo".
Desde entonces, cada vez que Pluma Blanca miraba las estrellas, sabía que había un universo entero de sabiduría esperándolo. Y con el tiempo, se convirtió en un gran protector de la pradera, siempre recordando las lecciones que aprendió aquella noche mágica.
FIN.