El pequeño Lucas y el señor del bosque



Había una vez, en un pequeño bosque, una casita de madera donde vivían una mamá llamada Ana y su hijo Lucas. Ana trabajaba en la ciudad y a veces tenía que salir temprano y regresar tarde, y Lucas, siendo un niño muy valiente, pasaba el día cuidando la casa. Un día, Ana le dijo:

"Lucas, hoy tengo que ir a trabajar más horas, te dejaré algo de almuerzo en la mesa. No salgas de casa, por favor."

Lucas asintió, comprendiendo que su mamá lo hacía por el bien de ambos. Cuando Ana se marchó, el niño sintió un cosquilleo de emoción y un poco de soledad. Se sentó en la ventana y se puso a mirar cómo los árboles se mecen al viento.

Mientras tanto, un hombre llamado Don Julio, que vivía en una casa cercana, paseaba por el bosque. Don Julio siempre había notado a la mamá y al niño, pero nunca había tenido la oportunidad de hablar con ellos. Ese día, viendo la casa vacía, notó algo extraño. La puerta estaba un poco abierta y escuchó un ligero llanto que venía de adentro.

"Hola, es tu amigo Don Julio. ¿Estás bien, pequeño?" - llamó con voz amistosa.

Lucas se acercó a la puerta, un poco temeroso, pero cuando vio la sonrisa de Don Julio, se sintió más seguro.

"Estoy solo, mi mamá se fue a trabajar y no quiero salir" - respondió Lucas, con lágrimas en los ojos.

Don Julio abrió la puerta completamente y le dijo:

"No te preocupes, estoy aquí para ayudarte. ¿Qué te parece si pasamos un rato juntos hasta que llegue tu mamá?"

Lucas se sentó con Don Julio y comenzaron a hablar. El hombre le contó historias sobre sus propias aventuras en el bosque, y la tristeza de Lucas fue desapareciendo lentamente. Cada historia era más interesante que la anterior; hablaba de animales amigables y misteriosas leyendas del bosque.

"Hay un lugar en el bosque donde los pájaros cantan mejor que en cualquier otro lugar, ¿quieres conocerlo?" - sugirió Don Julio.

Lucas, emocionado, asintió con fuerza.

Con Don Julio como guía, ambos se adentraron en el bosque, explorando y riendo. Lucas empezó a olvidarse de su soledad, mientras disfrutaba de la compañía de su nuevo amigo. Sin embargo, de repente, escucharon un fuerte ruido. Un grupo de animales asustados corría en su dirección y, tras de ellos, un perro muy juguetón salió corriendo detrás de ellos.

"¡Oh no! ¡El perro asustó a los animales!" - exclamó Lucas.

"No te preocupes, vamos a tratar de calmarlo y ayudar a los animales" - respondió Don Julio mientras trataba de llamar al perro.

Ambos se acercaron al can y, con suaves palabras y un poco de comida, lograron calmarlo. Luego, con mucho cuidado, ayudaron a los animalitos a volver a su tranquilidad. Después de la pequeña aventura, ambos se sentaron en una gran piedra y Lucas miró a Don Julio.

"No sabía que podía ser tan divertido pasar tiempo con alguien" - confesó Lucas, sonriendo con gratitud.

Finalmente, después de varias horas de juego y risas, Ana regresó a casa. Al ver a su hijo feliz y acompañado, se sintió aliviada. Don Julio, con una sonrisa en el rostro, se despidió de ellos y prometió volver a visitarlos.

"Gracias por cuidar de mi hijo, Don Julio. Eres un verdadero amigo" - dijo Ana.

"Para mí fue un placer, Ana. Deberíamos ser vecinos y ayudarnos mutuamente más a menudo" - respondió él, con cariño.

Desde aquel día, la amistad entre Lucas y Don Julio floreció. No solo enseñaron a Lucas sobre el bosque, sino que también formaron una comunidad unida, donde todos se ayudaban entre sí. Lucas aprendió que, aunque a veces se sentía solo, siempre había personas dispuestas a ayudar y compartir buenos momentos.

Y así, el pequeño Lucas nunca volvió a sentir soledad, ya que siempre podría contar con sus amigos del bosque y el cálido abrazo de su mamá.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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