El Pequeño Mago de la Escuela



Había una vez un niño llamado Lucas, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Desde muy chiquito, Lucas tuvo la particularidad de que podía hacer cosas extraordinarias que sus amigos no podían. Por ejemplo, con solo mirar una planta, él podía hacer que floreciera en segundos. Pero Lucas no sabía qué hacer con su don y, por eso, lo guardaba en secreto.

Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos, vio que la pelotita de su amigo Tomi se había metido en un árbol muy alto. Tomi estaba muy angustiado porque no podía recuperarla.

"¿Por qué no trepás, Tomi?" - le dijo Lucas.

"¡No puedo! ¡El árbol es muy alto y estoy asustado!" - respondió Tomi, casi a punto de llorar.

Lucas sintió que podía ayudarlo, así que miró al árbol y, concentrándose, susurró unas palabras mágicas. De repente, un suave viento sopló y la pelotita cayó rodando hacia sus pies.

"¡Guau! ¡Lucas, sos un genio!" - gritó Tomi, saltando de alegría.

"Uh, sí... bueno. Solo fue un poco de suerte" - dijo Lucas, sintiendo un poco de vergüenza.

Con el paso de los días, sus amigos empezaron a darse cuenta de que Lucas podía hacer cosas asombrosas. Un día en clase, la maestra, la Señorita Ana, les enseñaba sobre plantas. Ella les mostró una semillita y les pidió que escribieran sobre cómo podía crecer.

"Lucas, ¿sabés cómo hacer que crezca más rápido?" - le preguntó Felipa, su mejor amiga, con la mirada curiosa.

"Yo... no sé..." - murmuró Lucas.

Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Lucas se sintió angustiado. Sabía que podía hacer que las cosas crecieran, pero no quería parecer un chico raro. Finalmente, decidió que iba a usar su don solo para ayudar a sus amigos y a los demás.

Al día siguiente, en clase, Lucas decidió compartir su secreto.

"Señorita Ana, yo puedo hacer que las plantas crezcan más rápido. Pero no quiero que se rían de mí."

La maestra sonrió y le respondió:

"Lucas, todos somos diferentes. Si tenés un don para ayudar, deberías usarlo. No hay nada de qué avergonzarse."

Lucas respiró profundo y se armó de valor. Al final de la clase, invitó a sus amigos al patio. Cuando llegaron, Lucas se arrodilló junto a una pequeña semilla que habían plantado hace días.

"Voy a hacer que crezca, ¡miren!" - exclamó, mientras cerraba los ojos y se concentraba.

A los pocos segundos, una hermosa planta brotó del suelo, floreciendo bajo el sol radiante.

"¡Es increíble!" - gritó Tomi, asombrado.

Pronto, todos los chicos comenzaron a pedirle ayuda a Lucas. Cada semana, organizaban un pequeño club de jardinería donde él les enseñaba sobre plantas y su cuidado. Lucas se dio cuenta de que, además de ayudar a crecer plantas, podía inspirar a otros a cuidar de la naturaleza.

Un día, un periódico local escuchó sobre el "club de jardinería de Lucas" y decidió hacer un artículo. La noticia llegó a oídos de la Alcaldía, que decidió organizar un concurso de jardines. Todos los chicos estaban emocionados y decidieron participar juntos. Lucas, sintiéndose un poco responsable, decidió ayudarlos.

Una semana antes del concurso, encontraron un gran problema: el lugar donde habían estado trabajando había sido golpeado por una fuerte tormenta, destruyendo parte de su jardín.

"¡No puedo dejar que esto nos detenga!" - dijo Lucas con determinación.

"Pero, ¿cómo vamos a recuperar todo en tan poco tiempo?" - preguntó Felipa, preocupada.

"¡Podemos trabajar juntos! Si cada uno trae algo de casa, podemos arreglarlo!" - propuso Lucas.

El día del concurso, Lucas y todos sus amigos se juntaron temprano. Con esfuerzo y mucha alegría, transformaron el lugar en un hermoso jardín, lleno de flores de todos los colores. Cuando llegó la hora del jurado, se sentían nerviosos pero emocionados.

Finalmente, el jurado recorrió todos los jardines y se detuvieron frente al de Lucas y sus amigos. Después de deliberar, el presidente del jurado dijo:

"Este jardín es especial. No solo por su belleza, sino por la colaboración y el esfuerzo de todos sus participantes. ¡Han ganado el primer premio!"

Los amigos se abrazaron, gritando de felicidad y saltando. Lucas sonrió, sabiendo que había utilizado su don para unir a sus amigos y hacer del mundo un lugar mejor.

Desde aquel día, Lucas aprendió que sus habilidades eran un regalo que debía compartir con los demás y que, a veces, el verdadero poder no está solo en lo que uno puede hacer, sino en cómo inspiramos y ayudamos a los demás a crecer también.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!