El pequeño mago de la montaña



Había una vez en un pequeño pueblo al pie de una montaña, un niño llamado Lautaro. Desde que era muy chiquito, había descubierto que tenía un don especial: la magia. Pero no era una magia común, Lautaro podía hacer que las cosas más simples cobren vida. Sin embargo, había un problema: su magia siempre se descontrolaba, y los objetos se volvían traviesos.

Un día, en la plaza del pueblo, Lautaro decidió mostrar su magia a sus amigos. "¡Miren!" exclamó emocionado mientras agitaba su varita. De repente, un sombrero comenzó a bailar y los globos empezaron a flotar sin rumbo. Todos rieron, pero de repente, el sombrero voló hacia un almacén y rompió un vidrio.

"Lautaro, tenés que tener más cuidado con tu magia", dijo su amiga Sofía, con una mezcla de preocupación y tristeza.

"Sí, lo sé. Pero no puedo controlar lo que siento", respondió Lautaro, bajando la mirada.

Con el tiempo, Lautaro se sintió triste y frustrado. Quería usar su magia para hacer cosas buenas, pero se sentía incapaz. Una tarde, decidió ir a la montaña para estar solo y pensar. Mientras caminaba, encontró un viejo libro de hechizos. "Quizás esto me ayude a mejorar", pensó y comenzó a leerlo.

Al día siguiente, Lautaro decidió practicar en secreto. Con cada hechizo que leía, fue comprendiendo el poder de la concentración y la serenidad. Notó que si respiraba hondo y se mantenía tranquilo, su magia se volvía más controlada. Luego de semanas de práctica, decidió que era hora de probarlo de nuevo frente a sus amigos.

"¡Voy a mostrarles lo que aprendí!" les dijo emocionado. En la plaza, comenzó a hacer trucos con su varita, esta vez sin descontrol. Hizo que los árboles danzaran suavemente y que flores brillaran con colores vibrantes. Todos quedaron maravillados.

"¡Increíble, Lautaro!" gritó Sofía. "¡Lo lograste!"

Pero de repente, mientras la multitud aplaudía, un gran viento comenzó a soplar y una tormenta se acercaba. Lautaro sabía que su magia podría ayudar, así que decidió utilizarla. Con un movimiento preciso de su varita, creó un escudo de energía que resguardó a la plaza de la tormenta.

"¡Guau, Lautaro! ¡Sos un verdadero héroe!" exclamó uno de sus amigos después del asombro por su acto maravilloso.

Lautaro se sintió orgulloso y feliz. No solo había aprendido a controlar su magia, sino que también había demostrado que con esfuerzo y persistencia, podía superar sus dificultades. Desde entonces, el niño no solo fue conocido como el pequeño mago de la montaña, sino también como un amigo leal y responsable.

La moral de la historia es que con esfuerzo, paciencia y práctica, se pueden superar los obstáculos. Todos tenemos algo especial dentro, solo necesitamos aprender a manejarlo.

FIN.

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